Sonó el teléfono como casi cada madrugada. Una noche sí y otra también, ella se despertaba. Bea se desperezó mientras buscaba desesperadamente el IPhone, lo que no resultó nada fácil por la oscuridad de la habitación. Al poco rato, consiguió responder a la llamada después de dar varios manotazos en la mesilla.
- ¿Sí?- respondió la chica aun somnolienta.
- ¡Bea, despierta! Tienes que venir urgentemente a la comisaria- respondió una voz masculina al otro lado del aparato.
- En diez minutos estoy allí- contestó con voz decidida.
Bea se levantó velozmente y se dirigió al armario. Cogió lo primero que vio y fue hacia el lavabo. Se miró durante unos instantes al espejo. No alcanzaba los veinticuatro años de edad. Ella era morena con el pelo largo y rizado. Se le asomaban unas pequeñas ojeras debajo de los ojos; de color marrones claros verdosos. Su constitución no era muy delgada pero su trabajo le exigía cierta preparación física; haciendo que no sobrepasase el peso adecuado. Se puso una camiseta negra ajustada de manga corta y unos pantalones vaqueros elásticos del mismo color. No era de maquillarse pero se aplicó una sombra para ocultar sus ojeras. No quería que la gente se diera cuenta que no dormía lo suficiente. Se colocó unas deportivas. Al salir, abrió un armario con llave y sacó su reglamentaria; una magnum de 9mm plateada, de unos diecisiete centímetros de largo. Se la enfundó y salió rápidamente hacia su destino, cogiendo antes las llaves de su coche.
Escasos siete minutos transcurrieron cuando llegó.
- ¿Qué pasa?- preguntó Bea apresuradamente.
- Mira, acabo de recibir la información de la aparición de un cuerpo en el parque Jesuitas. Vamos a echarle un vistazo- respondió Javier, el compañero de ella.
Javier era un hombre de treinta y ocho años y de aspecto musculoso. Su pelo era moreno. En su cara se adivinaba una vida llena de sobresaltos debido a su estresado trabajo. Estaba casado pero era muy mujeriego y le gustaba mucho la fiesta. Tenía una barba de tres días que le daba un toque personal, aunque nunca descuidaba su higiene. Llevaba el traje de policía. Él era el subalterno aunque Bea le trataba como a un igual, pese a ser la inspectora jefe.
- Vamos, no perdamos más el tiempo- finalizó Bea la conversación.
Salieron de la comisaria y se dirigieron al parque. Cuando llegaron lo veían todo como siempre, pese al corrillo de policías y sirenas al fondo del lugar, totalmente acordonado por precinto policial. Se acercaron a la zona del cuerpo y no daban crédito a lo que vieron. La escena era muy peculiar. Divisaban, a lo lejos, una rampa de monopatines. Hacia muchísimo tiempo que habían retirado de allí aquella superficie. Todo parecía normal, pero no era así. Bea y Javier vieron como los agentes daban la vuelta a aquel objeto y aparecía una joven atada de manos y pies por una cuerda y con una mancha grande en el pecho, teniendo la camiseta totalmente ensangrentada. Estaba sujetada también por una cinta adhesiva alrededor de la cintura. Transcurrieron unos veinte minutos hasta que pudieron soltar el cuerpo de la plataforma. La cara de los allí presentes eran de una perplejidad absoluta. No podían creer como alguien podría hacer algo semejante. Se quedaron totalmente atónitos al comprobar que había un tipo de mensaje. La frase estaba escrita con sangre y con una caligrafía impoluta y excelente. Un tipo de letra parecida a la del siglo XVIII. La frase que se mostraba era:
LA INOCENCIA CASTRADA POR EL SEXO PRECOZ
- ¿Quién demonios podría hacer una cosa así?- preguntó Javier totalmente indignado.
- Alguien que no quería dormir- contestó Bea en un tono irónico- . Lo que está claro es que parece que tenemos un nuevo perturbado- añadió seria.
- Espero que no nos den mucho trabajo; mis vacaciones están a la vuelta de la esquina.
- Soy tu jefa, ¿recuerdas? Ya echaremos cuentas de los días. Ahora tenemos mucho trabajo por delante. Vamos a esperar el resultado de las pruebas que le realice el forense.
Pasadas unas dos horas, el forense dio por finalizada la exploración; exponiendo, a continuación, su diagnóstico.
- Se trata de un asesinato. La victima estuvo retenida durante horas y la durmieron con cloroformo. La retuvieron atada en la misma superficie donde la encontramos; estando amordazada. La mataron apuñalándola en el pecho varias veces y estaba consciente cuando sucedió, ya que forcejeó antes por intentar liberarse- relató el forense- . La joven murió en el acto- añadió.
- ¿La mataron en este parque?- preguntó Javier impresionado.
- No. Fue desplazada. Cuando la trajeron aquí ya estaba muerta. Debo proseguir los análisis en el laboratorio.
Dos horas más tarde, se encontraban la pareja de policías y el forense en el laboratorio de la comisaría para seguir aclarando el nuevo caso.
- ¿Sabemos la identidad de la chica?- comentó Bea con cierta intriga.
- Sí. Se llamaba Cristina Ramírez Pérez y tenía veinticuatro años- respondió Decker, el forense.
- Tenemos que investigar su entorno, ¡vamos!- ordenó la inspectora. Se despidieron de Decker y se marcharon deprisa a investigar la situación.