domingo, 26 de septiembre de 2010

Capítulo 5...

Ambos policías se dirigían a casa de los familiares de la recién fallecida. Bea no paraba de darle vueltas a su anterior conversación con Decker. No entendía su forma de hablar sobre el sospechoso, pero el tiempo no le daba margen de distracciones. Los dos asesinatos se habían producido de una forma vertiginosa, y la inspectora quería detener cuanto antes aquella masacre. Seguía ensimismada en sus pensamientos sin cruzar ninguna palabra con Javier.
- ¿Crees que los dos asesinatos estarán relacionados?- dijo Javier rompiendo el silencio entre ambos y sacándola de sus pensamientos.
- Eso es algo evidente, ¿no crees?- respondió Bea con cierta brusquedad- . Lo más probable es que hayan sido obra del mismo autor. Lo bueno de todo este asunto, es que tenemos el nombre del principal sospechoso; y a estas alturas, Decker debe de estar investigando para ponerle la cara. Lo primordial ahora, es recopilar toda la información necesaria y la posible relación entre el sospechoso y la víctima.
Al llegar a la altura del portal detuvieron el coche y se dirigieron a investigar sobre los familiares de Mónica. La entrada de abajo estaba abierta, por lo que entraron sin problemas y se encaminaron a las escaleras que conducían al tercer piso. Se pararon ante la puerta de madera y llamaron, con dos toques leves, al timbre. Al cabo de unos segundos abrió una mujer, la cual no se sorprendió lo más mínimo al ver a los dos policías enseñando su placa.
- ¡Les he llamado para denunciar la desaparición de mi hija! ¿Saben algo?- exclamó la mujer.
- Siéntese por favor, tenemos que hablar de un tema delicado- contestó Javier con mucha suavidad- . ¿Cómo se llama?- prosiguió.
- Me llamo Lucía.
- Me temo que le traemos malas noticias Lucía. Su hija ha aparecido asesinada en las cercanías del puente romano.
- ¡No puede ser! ¿Quién sería capaz de cometer semejante atrocidad? ¡Mi hija jamás le hizo daño a nadie!
- Lo siento, de verdad, señora – respondió Bea- . Sabemos que es una situación muy difícil de asimilar, pero nosotros tenemos que continuar con nuestro trabajo y hacerle unas preguntas; espero que lo comprenda.
- Por supuesto que lo entiendo, y les ayudaré en todo lo que pueda- contestó Lucía con todo el aplomo que pudo.
- ¿Vive usted sola?- continuó Ella.
- No. Vivo con mi hija Noelia pero ahora mismo no está aquí, está trabajando. Mi marido murió hace unos años debido a un accidente.
- Bien, ¿usted conocía a un chico llamado Paco García? Lamento no poder enseñarle alguna fotografía, pero aún no disponemos de toda la información que quisiéramos del principal sospechoso.
- Pues así en frío, la verdad, es que no se me ocurre nadie con ese nombre y apellido.
- Haga un esfuerzo, por favor señora, tiene que ser alguien relacionado con su hija. Piense en amigos, compañeros de trabajo, antiguos compañeros de clase. Tiene que haber alguien en el entorno de su hija con ese nombre.
-¡Sí!- replicó Lucía después de unos instantes de silencio–. Recuerdo que, hace algunos años, mis hijas pasaban mucho tiempo hablando de un chico llamado Paco. Lamento no poder decirles el apellido, pero la verdad es que no tengo ni idea de cuál era.
- ¿Y por qué hablaban sus hijas tanto de aquel chico?- preguntó Bea con cierta celeridad.
- Creo recordar que fue un novio que tuvo Noelia, pero su hermana Mónica también estaba enamorada de él. Tuvieron bastantes conflictos debido a ese chico. La verdad es que a mí nunca me causó una buena impresión, por lo que mi hija jamás lo trajo a casa. Pero esto pasó aproximadamente hace unos nueve años.
- Cuéntenos más, por favor Lucia- dijo Javier volviendo a entrar en la conversación, ya que hasta el momento había permanecido al margen; escuchando el diálogo entre su jefa y la señora- . ¿Qué ocurrió finalmente con aquella relación?
- Al cabo de unos meses me enteré de que rompieron. Nunca supe el motivo exacto ya que ni Noelia ni Mónica me quisieron contar lo que pasó en realidad. Lo único que sé, es que una tarde vino Noelia totalmente derrumbada y sin parar de llorar, diciendo que Paco le había dejado. Yo le pregunté el motivo, pero ella solo me decía que quería olvidarle para siempre. Estuvo bastante tiempo encerrada en casa sin querer salir, apenas comía e incluso me estaba planteando en llevarla a un especialista. Por suerte, conoció a un chico extraordinario en el trabajo; eso hizo que mejorara bastante y olvidara aquella historia por completo.
- ¿Y su hermana Mónica cómo vivió la situación?- interrumpió Bea.
- Mónica era diferente a su hermana- replicó Lucía tragándose las lágrimas de dolor- . No sé cómo explicarles. Lo cierto es que nunca fue una chica a la que le gustara tener relaciones duraderas. Nunca le conocí algún chico que durara más de dos meses con ella. Mi hija tenía una personalidad bastante infantil ciertamente.
- ¿Volvieron a saber algo de Paco usted o alguna de sus hijas?
- Ellas nunca me comentaron nada sobre él. Yo en cambio sí que le veía diariamente hasta hace un par de años. Me cruzaba con él cada mañana por el puente que se observa desde la ventana. Yo iba a trabajar y supongo que él también. Pero de esto ya hace bastante tiempo como les he dicho; hace al menos dos años que no me lo volví a cruzar. Nunca conocí mucho a aquel chaval pero la verdad es que no tenía apariencia de ser capaz de matar a nadie.
- El hábito no hace al monje, ya lo sabe Lucía- exclamó Javier. De todas formas todo lo que tenemos ahora no es nada definitivo. ¿Podríamos hablar con su hija Noelia cuando vuelva del trabajo?
- Claro que sí- contestó Lucía. El problema es que no llega hasta las once de la noche.
- Pues si es así deberíamos de volver mañana por la mañana, ya que aún tenemos muchas cosas que averiguar- sugirió Bea- . ¡Una última cosa!, ¿sus hijas tenían a alguna amiga que se llamara Cristina?
- Es probable pero no lo sé exactamente. Mañana cuando vengan pueden preguntarle a ella que lo sabrá todo mejor- . Así que nada, mañana les esperamos aquí Noelia y yo- dijo Lucía nuevamente muy afectada debido a que había vuelto a recordar que jamás volvería a ver a una de sus niñas- . Haremos todo lo que esté en nuestra mano para que el culpable de habernos arrebatado a mi pequeña.
- Muchas gracias, nos ha sido de gran utilidad- dijo Javier despidiendo ya desde la puerta a Lucía.
Ya de vuelta al coche patrulla, volvieron a hablar los dos agentes.
- ¿Todo esto puede estar pasando solo por cuestiones sentimentales?- preguntó Javier.
- Pues podría ser. Hay gente para todo, ya lo sabes. Lo único cierto es que tenemos ya dos muertes encima de la mesa, y sinceramente, no creo que se detenga aquí. El problema es que siempre va él por delante y nosotros tenemos que ser más rápidos en todo este asunto.
- ¿Qué sugieres que hagamos ahora?- cuestionó Javier.
- Tú vete a casa a descansar, que estos días van a ser complicados y no quiero provocar tu divorcio anticipado. Además, yo aún tengo una conversación pendiente con Decker. He de averiguar que más ha descubierto sobre nuestro querido Paquito.
Bea acercó a Javier a su casa en el coche patrulla, después se dirigió a la comisaria intentando poner en orden sus ideas, ya que cada vez tenía más información; pero desordenada. Al fin llegó a la comisaría y se dirigió sin perder un segundo al laboratorio en el que trabajaba Decker de forma insistente. El médico forense era un obsesionado del trabajo. Bea no le conocía familia, ni siquiera le había escuchado nunca comentar algo sobre su vida personal. Él siempre decía que su vida era su trabajo. Esa devoción le hacía ser especial, el mejor. La inspectora ya había pasado por distintas comisarías dentro y fuera de Salamanca, pero de todos los médicos con los que había coincidido sabía de sobra que Decker era espectacular. No le conocía ningún error en toda su carrera profesional.
- ¡Decker¡- exclamó- , ¿sabemos algo más sobre la víctima?
- No sabría por dónde empezar- contestó con cierta ironía- . La chica murió al instante a causa de dos cortes en el cuello, los cuales se le causaron con una fuerza asombrosa. No entiendo cómo pudo hacerlo. También sé que el cuerpo fue trasladado, por lo que él la puso allí para que la descubriéramos. Parece que se siente bastante orgulloso de lo que hace y por eso lo muestra en público.
- ¿Las huellas coinciden con la del sospechoso que tenemos?
-¡Sí!, y eso es lo que más me asombra de todo este escamoso asunto- dijo Decker visiblemente sorprendido.
- ¿Y de qué te extrañas?, una persona puede ser perfectamente la autora de dos asesinatos, incluso de más, ¿no crees?- replicó Bea con un tono sumamente irónico.
- En eso tiene razón inspectora. Lo asombroso de todo este asunto, es que nuestro sospechoso, Paco García murió hace dos años y tres meses exactamente.
-¿¡Qué!? ¿¡Cómo es posible!? Decker, sabes que tienes que estar equivocado, ¡eso no puede ser cierto!
- Inspectora, siento decirle que si es cierto. Ya sabe que yo no doy nada por hecho hasta no estar absolutamente seguro de lo que digo. Pero lo he investigado y lo tengo todo. Certificado de defunción, esquelas… Sé hasta el lugar en el que está enterrado. Nuestro supuesto asesino murió junto a su familia a causa de un accidente de coche en la autovía que lleva a Ávila. Tengo los periódicos del día del accidente, los nombres aparecen bien claros y Paco era uno de ellos.
- ¡No puede ser, esto tiene que tener alguna explicación! Decker, yo sé que tú haces tu trabajo a la perfección y no puedes estar equivocado, pero yo nunca he creído en fantasmas y no voy a empezar a creer ahora.
- Yo tampoco pienso creer en esos cuentos jefa, pero hay que averiguar esto cuanto antes. Lo único claro que tenemos es que por ahí hay un perturbado que está matando a la gente, y además, lleva un ritmo bastante acelerado. Me temo que van a tener que pedir una orden a un juez para exhumar esa tumba.
- Lo dejo en sus manos Decker. Consiga esa orden para mañana, que Javier y yo iremos justo después de hablar con la hermana de la última víctima. Quizá ella pueda aclararnos algo de todo este caso.
- No te preocupes Bea, mañana a primera hora tendrás esa orden encima de tu mesa.
- Gracias Decker, y ¡buen trabajo!, como siempre- exclamó la inspectora ya saliendo del laboratorio.
Bea se montó en su coche con dirección a su casa con cara de pocos amigos. A medida que el caso avanzaba sacaban menos en claro. La situación era muy delicada. Ellos no hacían más que ir de un lado para el otro sin obtener algo concluyente para saber dónde buscar al asesino. La noche comenzaba a cerrarse y Bea empezaba a sentirse agotada. Solo un BMW, que se cruzó con ella a toda velocidad la sacó por un momento de sus pensamientos- . Si no hubiese tenido el día que llevo nadie te hubiera salvado de la multa- se dijo en voz baja. Llegó a casa dispuesta a  acostarse al menos cinco horas, aun a sabiendas que no sería capaz de conciliar el sueño por todo lo que rondaba en su cabeza.

viernes, 17 de septiembre de 2010

Capítulo 4...

La pareja de policías estaban parados enfrente de un edificio impecable y casi sin estrenar. Comprobaron el número y la letra mediante una nota donde había escrito unas señas. Bea se metió el pequeño papel en el bolsillo trasero de su pantalón, seguido de un gesto de muñeca para indicar a su compañero que tenían que entrar. Ella subió rápidamente por las escaleras pese a que había ascensor. Javier le seguía muy de cerca. En ese edificio vivía la familia de la víctima Cristina; ésta incluida antes de morir. Era en un cuarto piso y no les costó mucho tiempo llegar a su destino. Lo más duro de su trabajo era interrogar a los familiares de cada muerto, pues era doloroso para los padres. Tener que comunicar la muerte de un ser querido y que también tengan que identificarlo para comprobar que es su hija la que está muerta… siempre es difícil. Llamó Javier suavemente con los nudillos; era experto en interrogatorios de este tipo. A los pocos instantes, la puerta se abrió; dejando un pequeño hueco donde no podía pasar una persona normal. Entre la puerta y el marco de ésta, lo unían una cadena de plata. Al otro lado se encontraba una señora de unos cincuenta años, notándose un pelo teñido con raíces canosas y unas cuantas arrugas; demostrando el paso de los años.
- ¿Qué desean?- preguntó con voz firme la señora.
- Hola, buenas tardes. Perdón por interrumpir a estas horas, pero quería hacerle unas preguntas sencillas. Somos policías- respondió amablemente Javier, enseñando la placa para que comprobara que era cierto. Era a primera hora de la mañana.
- ¿Qué sucede?- comentó asustada.
- Si me deja entrar se lo explicaremos todo con detalle.
- ¿Es algo grave?- empezó a alarmarse aún más la señora.
- Créame si le digo que el rellano no es el lugar indicado para charlar- masculló Javier estando seguro de sí mismo.
- Un momento.
La señora cerró la puerta por un instante y se escuchó el ruido de la cadena al deslizarse para después caer sobre la madera. Ahora la entrada era más espaciosa y pudieron entrar a la casa. Se sentaron en el sofá del salón y estuvieron inmersos en un incómodo silencio durante unos segundos.
- Bueno, señora. Esto que le voy a decir es muy duro, asique tranquilícese primero.
- ¡Me están asustando!- respondió la mujer con pánico. Bea no había soltado palabra alguna desde que pisaron el edificio. Sabía que tenía que mantenerse al margen; pues su compañero es muy bueno interrogando, pero tanta lentitud la superaba. Decide resoplar y continuar callada, lo que hizo que Javier se diera cuenta y apresurara el ritmo del interrogatorio.
- Muy bien. Lamento decirle que su hija… ha sido asesinada.
Apareció un incómodo silencio en el habitáculo, seguido con una cara de estupefacción por parte de la mujer.
- No… no puede ser… - La señora comenzó a sollozar y a negar con la cabeza, teniendo sus manos tapándose el rostro. Bea le enseñó una foto de la víctima y la mujer lloraba aún más por el dolor que sentía mientras seguía negándolo.
- ¿Esta es su hija?- preguntó Bea seriamente.
- No… no es verdad…, no es cierto… - repetía la mujer una y otra vez, no queriendo aceptar la situación.
- ¡Dígame si es su hija! Siento mucho su pérdida pero tenemos que hacer nuestro trabajo, y es encontrar al responsable o responsables de lo que le hicieron a su hija- masculló impacientemente la inspectora jefe.
La señora; que parecía que con la noticia le hubieran sumado veinte años más encima, solo pudo asentir con la cabeza y volver a llorar desconsoladamente.
Poco rato después, Bea recibió una llamada del forense Decker; diciéndole que había encontrado huellas en el cuerpo de la víctima y pensaba que serían las huellas del asesino. Ella se lo contó a Javier y éste ayudó a la señora a que cogiese su bolso para marchar al laboratorio y que identificara a su hija. Aún seguía cayéndole lágrimas por el rostro.
Trascurrieron unos veinte minutos cuando llegaron a la comisaria. Antes de enseñar el cuerpo a la mujer, los policías bajaron a preparar todo y que el forense les informaran de sus averiguaciones.
- ¿Qué encontraste, Decker?- preguntó Bea ansiosa.
- He limpiado el cuerpo de la víctima y he averiguado unas huellas. He llevado las muestras para que las identifiquen y sepamos quien anda detrás.
- Muy bien. Avísame cuando sepas los resultados.
Decker asintió y Bea se marchó del laboratorio. Javier recibió una llamada inesperada.
- ¿Si?- respondió él extrañado.
- Tenemos un aviso de otra muerte. No hemos querido tocar nada pero dense prisa porque está en el centro histórico de la ciudad- respondió una voz masculina, con tono de pánico, al otro lado del teléfono.
- Está bien. Estaremos allí en unos minutos.
 Javier colgó y le explicó todo a su compañera. Bea dejó a un policía, el cargo de la madre de la difunta para que reconociera el cuerpo. Después la dejase marchar a su casa y luego irían ellos a buscar más información de la chica en su domicilio.
A los veinte minutos llegaron al lugar del crimen. No daban crédito a lo que veían. Se sentían igual de estupefactos como en la primera víctima. Era cierto que estaba en el centro del casco histórico de la ciudad; en una avenida grande cerca del puente romano. La víctima estaba sujeta por unas cuerdas en la cintura, los tobillos y en las muñecas; haciendo la forma de una cruz, idéntico a la figura de piedra donde estaba sujeta. La zona estaba acordonada como la vez anterior; donde alrededor había muchos agentes de policía haciendo fotos y la gente se paraba para mirar, pero se marchaban rápidamente horrorizadas. La chica tenía la cabeza hacia abajo con líneas de sangre por todo el cuello y con salpicaduras en su camiseta.
- ¡Qué horror!- comentó Javier mirando la escena- . ¿Tú crees que puede ser la misma persona que hizo el crimen anterior?
- ¿Tú qué crees? Por lo menos la expone igualmente en una zona pública- responde sarcásticamente.
En un bloque de piedra; donde se sostenía la figura, había otra frase escrita con sangre y con la misma caligrafía que la anterior. La frase que, esta vez mostraba, era:
EL EGOISMO MUTILA LA RAZÓN DE LA EXISTENCIA
Durante dos horas, esperan al forense para que le haga las pruebas pertinentes a la segunda víctima. Cuando desprenden a la chica de la figura pedregosa, la cabeza se le ladea un poco hacia la derecha; donde se podía comprobar unas heridas profundas. Unas rajas que le recorría todo el cuello, desde la nuca hasta casi la nuez que no existía. Terminaron los agentes de hacer fotos y se la llevaron al laboratorio; donde iban a hacerle unas pruebas, pero Decker se acercó un momento a Bea para hablar.
- Tengo los resultados de las huellas.
- ¿Tenemos la cara del asesino?- contestó Bea un poco furiosa por querer atraparlo.
- Sí. Sabemos que se llama Paco García y que vivía en esta ciudad.
- ¿Cómo que vivía?- Contestó alarmada y extrañada a la vez.
- Ya no está. Él ya…
- ¡Doctor, le buscan!- le interrumpió Javier. El forense se despidió de ambos y dijo a Bea que hablarían más tarde.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Capítulo 3...

La tarde comenzaba a morir. Jato se encontraba en su lugar de trabajo, denominado por él. Trabajaba con el tiempo a favor y no tenía ninguna prisa porque sabía perfectamente que la noche era su aliada. Aún faltaban algunas horas para que la oscuridad se fuera apoderando poco a poco de la cuidad, asique trabajaba con cierta calma. Estaba en una habitación aparentemente abandonada, pero con todo lo necesario para que organizara sus planes desde allí. Pese al abandono aparente de la habitación, poseía multitud de avances electrónicos para tener todo organizado. También tenía una cama en la que solía descansar y en la cabecera de la cama, su mural, como a él le gustaba llamarlo. En el tablón de corcho tenía varias fotos de sus futuras víctimas, entre las que se encontraba la foto de Cristina en primera posición; tachada porque ya había terminado con ella. Uno de los artilugios era sumamente importante para Jato; el portátil .Allí guardaba todos los datos necesarios, previamente recopilados para llevar a cabo sus intenciones. El hombre observaba varias fotos de la que sería su siguiente víctima. Acto seguido abrió un archivo en el que almacenaba toda la información de la chica; lugar de trabajo, horarios y zonas por las que habitualmente se movía. Jato no dejaba nada al azar, era literalmente un obsesionado por la perfección y se tomaba las molestias que hicieran falta para lograr sus propósitos. Después de analizar todo lo relacionado con la chica por última vez, Jato decidió apagar el ordenador para poner todo a punto y salir con tiempo. No le importaría esperar. Siempre le gustaba llegar antes de lo previsto para analizarlo todo. Se levantó de su silla y miró detenidamente su tablón.


- Mónica, te toca- No pudo evitar decir su pensamiento en voz alta con cierto orgullo. A los pocos instantes cerró la puerta de la habitación con llave y pasó a una sala contigua. En ella se podía ver una silla bastante grande frente a un espejo. Delante había una mesilla pequeña con dos cajones. Abrió el cajón de abajo. De allí saco dos cuchillos visiblemente afilados y los colocó encima de la mesilla. Seguidamente abrió el cajón de arriba. En él había una pinza del pelo de color rosa, la cual colocó justo al lado de los dos cuchillos.

-Todo está listo- exclamó con orgullo y salió de la sala cerrándola también con llave. Recorrió un largo pasillo y bajó unas escaleras muy inclinadas que le condujeron a la sala más grande de la nave, en la que aún se podía ver sangre de su anterior víctima. Al lado de la salida cogió su larga gabardina, de la que sacó sus necesarias gafas de sol y se las puso. Cerró la puerta y candó las tres cerraduras que tenía. Su coche le esperaba a la puerta. Era un coche viejo. Un BMW de color azul con cuatro puertas y un maletero muy amplio; ya que tenía deslizados hacia adelante los dos asientos traseros para tener más sitio en el maletero. Echó un último vistazo al reloj de su IPhone visiblemente cuidado. Eran casi las nueve.

- La hora perfecta- pensó. Guardó su teléfono en el bolsillo del pantalón no sin haberlo silenciado y arrancó su coche.

Cerca de veinte minutos transcurrieron cuando Jato llegó a su destino. Aparco su vehículo cerca de un puente que atravesaba el río Tormes y se dirigió andando al centro de la cuidad, a sabiendas de que aún le sobraba bastante tiempo. Al poco rato se detuvo al final de la céntrica calle de la Compañía y entró en una tienda a punto de cerrar.

- Por favor, quería una coca- cola light-dijo Jato con mucha amabilidad.

- Claro, puedes cogerla de esa pequeña nevera- respondió la dependienta.

- Gracias- volvió a contestar justo después de coger la lata. Sacó un billete de cinco euros de su pantalón con el que pagó a la dependienta justo antes de despedirse.

- ¡Espera, que te sobran cuatro euros!- exclamó la dependienta.

- Quédeselos por la molestia de venir tan tarde- contestó.

- Gracias, muy amable- volvió a decir la chica.

Jato se despidió; mediante un gesto, con la mano a medida que abandonaba la tienda. Al salir, dobló una esquina y se apoyó en una pared y abrió la lata. Sabía que no esperaría mucho. Después de varios minutos él observó desde la distancia como su objetivo pasaba por la calle contigua. Era una cuesta hacia arriba. Esperó un tiempo prudencial y comenzó a seguir a la chica a una distancia algo alejada, pero que le permitía observar todos los movimientos de la chica. La noche era ya bastante cerrada, por lo que no se veía apenas gente transitando por allí. Los fines de semana sí que se podía observar bastante movimiento por esa zona, pero un martes a esa hora apenas se podían observar contadas personas volviendo del trabajo. Jato lo sabía perfectamente ya que no dejaba nada a la improvisación, nunca. Mónica seguía avanzando por la calle hasta que poco después, cruzó una zona peatonal y se dirigió a una cuesta abajo. Era una chica no muy alta con el pelo moreno, su pequeño cuerpo era delgado y sus ojos marrones oscuros. Tenía veintidós años de edad. Tenía una personalidad bastante infantil y egoísta, al menos así era como Jato la recordaba y era bastante prepotente; aunque si se veía en algún apuro enseguida se acobardaba. La situación que el destino tenía preparado esa noche para ella no sería para menos. Acabó de bajar la cuesta. Jato estaba visiblemente alejado de ella, aunque la chica en ningún momento se volvió hacia atrás. Era su camino de vuelta del trabajo habitual y ya lo recorría mecánicamente, absorbida por sus pensamientos. A unos trescientos metros Mónica podía observar el puente por el que cruzaría el río y llegaría a su casa. Esta zona de la cuidad estaba literalmente vacía, como cada noche que la chica pasaba por allí. De repente, Jato se desvió de la ruta de su víctima y aceleró notablemente su paso rodeando por una calle paralela. Su intención era adelantar a la chica por esa calle sin que ella se diera cuenta de la situación. Mónica estaba a punto de llegar al inicio del puente cuando de repente escuchó un ruido que la sacó de sus pensamientos. Se volvió hacia atrás y vio una lata chocando contra la pared de la calle a pocos metros suyos. No había absolutamente nadie en la calle.

– Un perro- pensó. Se dio la vuelta intentándose recuperar del susto provocado por la lata. Al instante en el que acabo de girar hacia su posición original la chica sintió un fuerte golpe en la cabeza. El movimiento de Jato fue tan rápido que en ningún momento cedió alguna oportunidad de reacción por parte de Mónica, que se desvaneció en el instante perdiendo por completo el conocimiento. Jato se echó a su víctima al hombro y se dirigió a su coche aparcado a escasa distancia. Todo estaba saliendo a la perfección. No solía fallar en sus propósitos.

Se montó en el coche metiendo a la chica en el amplio maletero, justo después de amordazarle la boca y atarla de pies y manos por si se despertaba antes de lo previsto. Apenas tardó en llegar de regreso a la nave. Abrió la parte trasera del coche y saco a Mónica, que estaba aún aturdida y dormida debido al fuerte golpe recibido. Volvió a apoyarla en su hombro y abrió las tres cerraduras de la puerta de hierro visiblemente oxidada. Se dirigió a la sala pequeña y colocó a la chica sentada y atada a la silla. Seguidamente se apresuró a preparar la trampa que había pensado para ella. Jato era bastante metódico y le gustaba recrearse en lo que hacía. Solo trataba de devolver todo el daño que le habían causado, aunque él lo prefería hacer físicamente y no sentimentalmente; como ya sufrió en el pasado. Sacó de detrás de la silla dos brazos metálicos muy flexibles que coloco a ambos lados de la chica, separados de cada lado de su cuello. Después los ató a un mecanismo en la parte posterior de la silla. Jato se alzó y coloco a ambos lados de los extremos de los brazos los dos cuchillos, que quedaron a escasos centímetros del cuello de Mónica. Jato desató con delicadeza los brazos de la chica, no quería que se despertara antes de lo previsto. Acto seguido le ató tan solo un brazo a la silla dejándole el otro libre pero con escaso margen de movimiento, imposibilitando que intentara forcejear para liberarse del secuestro. También le quito la mordaza de la boca para poder hablar con ella posteriormente. Por último empujó fuertemente la silla hasta que quedo muy cerca del espejo que tenía enfrente. Ya estaba todo listo, solo quedaba esperar a que Mónica se despertara.

Aproximadamente una hora y media pasó cuando Mónica se iba despertando muy lentamente. Tardó unos segundos en recuperar por completo el sentido y el temor se apoderó de su mente. Sintió un helado escalofrío que le recorrió todo el cuerpo. De frente a ella solo podía ver el reflejo de su cara totalmente aterrada. Intentó girar la cabeza para observar más el lugar pero su terror fue en aumento al ver los dos cuchillos a ambos lados de su cuello, lo que le limitaba enormemente su movilidad. Observó que solo estaba atada de una mano e intentó moverla para intentar liberarse pero de repente algo la paró en seco de sus intenciones.

- ¡Si yo fuera tu no me movería mucho!- Esa voz retumbó en la cabeza de Mónica, le sonó muy cerca. La chica miro en el reflejo posterior de la habitación que le ofrecía el espejo pero no consiguió ver a nadie.

- Te explico- prosiguió diciendo Jato- , eso que tienes a cada lado se activa de dos formas. Una de ellas es el movimiento ya que tiene un sensor y cada lado y la otra es un control que lógicamente poseo yo- Mónica se paró en el acto.

- ¡Quien eres, que quieres de mí!- Gritó la chica totalmente fuera de sí.

- Siempre las mismas preguntas- contestó la voz que Mónica escuchaba literalmente cerca- . Más te vale que me obedezcas en lo que te digo si no quieres que todo acabe de muy mala manera- prosiguió sabiendo que el resultado sería fatal para ella de cualquier forma.

- Quiero que, con el brazo que tienes libre, abras el cajón de la mesilla que tienes delante y saques algo tuyo que hay guardado allí.

- ¡No!- replico Mónica- , ¿crees que soy idiota? si me muevo, los cuchillos también lo harán.

- No te preocupes que ahora esto solo lo manejo yo por el control remoto, ya que he tapado los sensores y no se activaran.

Mónica desconfiaba totalmente de las palabras del secuestrador. Llevaba varios momentos intentando identificar la voz pero sin resultado alguno ya que sonaba muy distorsionada. Empezó a mover lentamente su brazo liberado, y al ver que los cuchillos no hicieron ningún movimiento, prosiguió avanzando el brazo hasta el cajón de la mesilla lentamente. Muy despacio consiguió abrirlo y sacar lo que el cajón contenía. No entendía nada; de allí saco una pinza del pelo.

- Solo te devuelvo lo que es tuyo- volvió a decir la voz- . Quiero que te hagas una coleta en el pelo con tu pinza, ¡deprisa!- Jato parecía más impaciente.

Mónica obedeció sin decir ni una palabra. Sabía que estaba en manos de su agresor y no le quedaba más remedio que hacerle caso.

- ¿Quién eres?- preguntó con voz asustada

- ¡Otra que no se acuerda!- replicó Jato con voz de indignación–. No pasa nada, todo tiene su explicación- continuó- . Esa pinza te la dejaste en mi casa cuando por fin pudiste conseguir lo que querías. Resulta que te ponía; o te pone competir con tu hermana para quitarle los novios y después de hacerlo con ellos, tu único propósito es robarles y dejarles tirados. Conmigo también lo hiciste y yo no suelo perdonar el daño que me causan. ¿Sigues sin acordarte de la pinza?- preguntó Jato dando por finalizada la explicación.

Mónica pensó durante varios segundos hasta que por fin se dio cuenta de quién era su agresor.

- ¡Tú eres Paco, como has podido llegar a esto!- exclamó apresuradamente.

- ¡Jato, si no te importa!- replicó con un grito aterrador.

En ese instante Jato apareció como un relámpago detrás de la silla. Había estado todo el tiempo debajo, imposibilitando que el espejo mostrara su reflejo. Agarró a la chica de la coleta y empotró literalmente la cabeza contra el espejo provocando multitud de heridas en la cara de su víctima.

- ¡En qué te has convertido!- dijo Mónica totalmente aturdida por el impacto recibido.

- ¡Solo devuelvo el daño que me fue causado en mi anterior vida!- contestó Jato con voz firme, justo antes de actuar .Con su mano izquierda agarró la coleta de su víctima empujándola fuertemente hacia el respaldo posterior de la silla. Con la mano que le quedó libre accionó; con un rápido puñetazo, un botón colocado justo detrás del respaldo. Esta acción impulsó a los dos cuchillos, que de forma meteórica y violenta, se clavaron en ambos lados del cuello de Mónica; provocando su muerte instantánea. La sangre salpicó el suelo de la habitación llegando incluso a impactar en la cara del agresor. Jato sacó un pañuelo y se limpió. Salió de la sala y se dirigió a un aseo que había en la parte opuesta de la nave. Mientras se duchaba, una gran satisfacción recorría su cuerpo. Todo había salido como estaba estudiado y ya había consumado su propósito con dos de sus víctimas. Sabía que aún quedaba mucho trabajo por delante, pero cada vez se sentía más orgulloso de su venganza. Aunque solo era el principio de lo que le quedaba por hacer. Acabó de ducharse y se dirigió a la sala donde había caído Mónica. Sonrió una vez más, ya solo quedaba exponerla en el lugar que previamente había pensado. Se consideraba un artista y para él era obligatorio exponer a su víctima.