sábado, 29 de enero de 2011

Capítulo 11...

Faltaban tres minutos para que sonara el despertador, pero Bea, como cada mañana era habitual, ya estaba despierta antes de que sonara. La inspectora no era de dormir mucho, lo que no impedía que viviera los días intensamente y con mucha lucidez; más de la previsible. Aquel día decidió tomárselo con cierta tranquilidad. Se permitió incluso el lujo de desayunar con parsimonia. Los últimos acontecimientos sucedidos no la habían dejado a penas un segundo libre, por eso se tomó ese leve respiro. Justo al acabar de beber su café, sonó el teléfono.
- Se acabó mi momento de descanso- se dijo para sí misma a medida que descolgaba el auricular- . Javier, dime, ¿qué es lo que pasa?
- ¿Y cómo sabes que soy yo?
- No me suele llamar mucha gente a las ocho de la mañana, ¿sabes? Y si lo hacen, por lo general, no es para nada bueno. ¿O me equivoco?
- Pues me temo que no te voy a sorprender. Son malas noticias. Me acaban de llamar de comisaría por la desaparición de otra chica.
- ¡Joder! parece que estamos en una espiral que nunca acabará. De todas maneras he decidido no alterarme más de lo normal, ya que creo que es uno de los errores que estamos cometiendo.
- Me parece bien, Bea. Te sigo comentando. Sara, que es como se llama la chica, hace dos días que no aparece por casa. Es conductora de autobuses y por lo que me han contado, no se la ha vuelto a ver ni a ella ni al vehículo en este tiempo. Su autobús es urbano, por lo que no está autorizado a salir de la cuidad. Su familia se ha puesto en contacto con la empresa de transportes y le han asegurado que no ha podido sacar el bus de Salamanca. Su familiares también me han comentado que la relación que ella mantenía con sus ellos era muy amistosa, por lo que descartamos una huida.
- Javier, no podemos descartar esa posibilidad a las primeras de cambio. Sabes que la gente a cierta edad puede cambiar de opinión influida por otras personas.
- La chica de la que te estoy hablando tiene veinticinco años. Pero si no te vale esto para descartar esa posibilidad, tengo algo que si te hará omitirla. Espero que estés sentada porque esto que te voy a contar te va a sorprender bastante. Resulta que Sara es hermana de Silvia, ya sabes, la chica que secuestró Paco para desviar nuestra atención el día del incendio en su casa. Va a ser que este hombre no pierde el tiempo y lo hace todo al detalle.
Pasaron más de quince segundos hasta que Bea, después de poner en orden sus pensamientos, decidió contestar.
- Cada vez juega más con nosotros, está claro que se está divirtiendo con esto. Está disfrutando y parece que le encanta que le sigamos. Pero sé que temprano o tarde va a cometer un error, y por el mínimo que sea, no pienso desaprovecharlo. Estaré en el menor tiempo posible en tu puerta con el coche. Tenemos que ir al hospital y hablar con Silvia. Habla con sus padres para que vayan antes. Creo que ellos deberían contarle la desaparición de su hermana. Así, además, podremos hablar con ellos; que todo lo que podamos averiguar será de gran ayuda.
- Descuida Bea que ya hablé con sus padres, y supongo que a esta hora, ya estarán hablando con ella sobre todo lo sucedido respecto a su hermana y su secuestro. Te espero en la puerta de mi casa.
- Como sigas haciendo tantas horas extras voy a acabar provocando tu divorcio.
- No te preocupes que eso me lo gano yo solito; además, tengo el mismo deseo que tú y que todos de pillar a este asesino. Que esta macabra historia termine de una vez.
Poco tiempo había transcurrido cuando Bea llegó a la puerta de la casa de Javier.
- Buenos días futuro soltero.
- Buena jefa, parece que estás de mejor humor que estos últimos días.
- No te creas mi pose de simpática, que sigo siendo la misma borde de cada mañana, solo que intento tomarme con calma las cosas para pensar con más claridad.
- Eso está genial, porque como no nos tomemos de forma mejor este caso acabaremos locos perdidos los dos- respondió Javier, al tiempo que se subía en el coche.
- Gánate el sueldo por una vez, Javier. ¿Por qué crees que Paco secuestra y deja viva a la hermana de su siguiente víctima?- preguntó Bea mientras se ponían en marcha hacia el hospital.
- Yo opino que él quiere que hablemos con Silvia. Que veamos el terror en su cara para ponernos nerviosos. Además creo que es un reto para él el hecho de que le vayamos siguiendo sin conseguir nada. Es su forma de burlarse de nosotros.
- ¿Crees que todo esto, Paco lo ve como un juego macabro simplemente?- siguió cuestionando la inspectora.
- Es posible que lo vea así, la verdad, pero intuyo que detrás de todo esto tiene que haber algo más. Me explico: por muy mal que le haya ido en el aspecto sentimental con las mujeres, no creo que se tome tantas molestias para crear todo esto. Cada frase que pone en sus víctimas, su forma de matarlas, incluso su orden, me dan que pensar que aún no sabemos el por qué exacto de sus actos.
- ¿Crees que actuará solo?
- Por lo que sabemos, según Decker, en cada lugar que ha aparecido una víctima, solo se encontraban sus huellas. Pero no podemos dejar de pensar que alguien pueda ayudarle.
- Y por último, ¿cuál crees que es la clave para atraparlo?
- Su prepotencia hacia nosotros. Está totalmente seguro que en todo lo que haga él siempre va a ir por delante, pero creo que en el momento que nos anticipemos, aunque sea mínimamente, podremos poner fin a este asunto.
- Bien, parece que este mes también van a tener que pagarte- contestó Bea con una pequeña sonrisa en sus labios-. Estoy de acuerdo contigo y seguro que Paco se equivocará alguna vez- añadió a la vez que aparcaba su vehículo en el parking del hospital.
Ambos policías subieron a la quinta planta del hospital, en la cual se encontraba Silvia. Se dirigieron hacia la habitación 510. La puerta estaba cerrada. Javier llamó levemente a la puerta.
- ¡Adelante! pueden pasar- respondió una voz firme masculina.
- Buenos días. Soy Bea, inspectora de policía y este es mi compañero Javier.
- Hola, yo soy Carlos, el padre de Silvia y Sara, y ella es Belén, mi mujer. Gracias por venir, y sobre todo gracias por salvar a nuestra hija de todo lo sucedido.
- No tiene por qué dar gracias Carlos- respondió Javier en un tono serio-. Cumplimos con nuestro deber y deseamos que todo salga bien y puedan salir de este trago tan amargo.
Bea en cambio no decía ni una palabra. No dejaba de mirar a Silvia, visiblemente afectada por todo lo sucedido.
- Hola Silvia- por fin acertó a decir-. ¿Cómo te encuentras?
-Físicamente estoy bien, creo que esta tarde me darán el alta. Anímicamente es otra cuestión, supongo que ya están al corriente de la desaparición de mi hermana. ¿Creen que puede haber sido la misma persona que trató de matarme a mí?
Silvia mostraba una madurez absoluta. Pese a toda la dura información que había recibido en tan poco espacio de tiempo, solo pensaba en ayudar en todo lo que pudiera a su querida hermana.
- Efectivamente, tenemos la sospecha que se trate de la misma persona que te secuestró a ti. Pero vamos por partes, dime, ¿recuerdas algo de tu secuestro?
- No mucho la verdad. Salí de la universidad y ya iba de regreso a casa. Para llegar, no tengo más remedio que pasar por un barrio en el que no me gusta transitar por la noche. Justo por aquella zona recuerdo haber escuchado unos pasos que venían hacia mí corriendo. Yo me volví pero no pude ver a nadie, y justo al volver a darme la vuelta, note un fuerte golpe en la cabeza. No logré distinguir a quien me lo dio, lo siento. Eso es lo último que recuerdo, lo siguiente es encontrarme aquí y a mis padres contándome sobre mi secuestro y sobre la desaparición de mi hermana.
- ¡No digas lo siento Silvia!- replicó Bea-. Lo estás haciendo muy bien. Dime, ¿te dice algo el nombre de Paco?
-¡Claro!- respondió Silvia de forma muy directa-. Fue un chico que salió con Sara unos seis meses. Sé que ella lo quiso mucho porque no paraba de contarme las cosas que hacía con él. ¿Qué tiene que ver Paco en toda esta historia?
-Verás Silvia- intervino Javier-. No es la primera vez que Paco secuestra a alguna chica que haya estado relacionada con el sentimentalmente, de hecho, ya ha secuestrado a más chicas.
- Pues mucho tiene que haber cambiado para llegar a estas cosas. Paco era una buena persona, incluso me atrevería a decir que fue Sara la culpable de que rompieran.
- Continúa- dijo Bea totalmente intrigada.
-Pues por lo que me contó Sara, Paco la dejó porque ella cometió el error de liarse con otro a la vez que estaba con él. Esto me da un poco de apuro decirlo delante de mis padres.
- No te preocupes Silvia, ahora lo importante es que los agentes recopilen toda la información posible para encontrar a tu hermana- contestó Carlos, su padre.
-Bien, pues ella me contó que Paco la sorprendió en nuestra casa haciendo el amor con el otro chico. Y lo peor que le sentó fue que ella le había estado esquivando continuamente en ese tema, y nunca quiso hacerlo con él.
- Vale, una pregunta más Silvia- dijo Bea de repente. Ya que nos has dicho que te contaba mucho lo que hacía con Paco, ¿recuerdas algún sitio al que fueran habitualmente?
- Sí. Ella siempre me decía que se pasaban las horas en el parque Picasso. Más concretamente en una especie de monumento grande que hay en forma de laberinto. Incluso allí aún se puede leer sus dos nombre con un corazón en el medio, que escribieron ellos cuando salían juntos.
- Gracias Silvia de verdad, nos has sido de gran ayuda. Ahora nos tenemos que ir, pero os mantendremos informados con todo lo que averigüemos. ¡Vamos Javier! exclamó Bea con cierta celeridad.
Ambos policías salieron del hospital. Bea llevaba un paso totalmente acelerado.
-¿Dónde vas con tanta prisa?
- Si estoy en lo cierto, creo que vamos a tener un regalo no muy bueno en dicho laberinto y me gustaría llegar antes que él-. Contestó Bea al tiempo que arrancaba el coche-.Por favor Javier, saca la sirena portátil que hay en la guantera, me temo que tenemos un poco de prisa.
La sirena comenzó a destellar su luz y a emitir su feroz ruido al tiempo que Bea aceleraba el coche. Conducía todo lo rápido que le dejaba la circulación, que se iba apartando a medida que el coche proseguía con su recorrido. En poco tiempo llegaron y pudieron observar que la intuición de Bea, todo lo que tenía de cierta, lo tenía de tardía. En efecto llegaban tarde una vez más, lo que volvió a provocar malestar en ambos. Al bajar del coche pudieron ver los dos nombres que Silvia les había mencionado, pero de diferente forma. Los dos nombres estaban sobrescritos con ambas cruces en forma de aspa, una para cada nombre. Eso que leían estaba previsiblemente escrito con sangre. Justo debajo la ya típica frase para cada víctima.
LA PROMISCUIDAD ES UN DELITO QUE TAMBIÉN SE CASTIGA CARO.
- ¿Y dónde crees que estará Sara?- pregunto Javier.
- Llámame adivina pero casi seguro que está dentro del laberinto- respondió Bea malhumorada-. Echemos un vistazo.
Javier se apresuró a mirar y pudo contemplar que Bea estaba en lo cierto. Allí estaba Sara desnuda de cintura para abajo. Tenía las piernas completamente cubiertas de sangre ya seca. Tenía su vagina llena de múltiples heridas y un desgarro brutal. Javier se volvió hacia su jefa.
- ¡Esto no es muy agradable de ver precisamente!- dijo con cierta palidez en su rostro.
- Ya sabes lo que hay que hacer. Avisa a Decker que venga con los agentes disponibles y que peinen todo esto. Estoy segura de que tiene que haber dejado alguna pista, no podemos perder el hilo ahora. Yo iré a avisar a los padres de Sara y a Silvia.
- ¡No seas muy brusca, vale!
- ¿Por quién me tomas? Te prometo que lo haré con tacto. En cuanto venga Decker con su ayuda te vas al hospital a buscarme.
- ¡De acuerdo jefa!