martes, 30 de noviembre de 2010

Capítulo 10...

Silvia. Así se llamaba la chica secuestrada y que salió con vida de aquel edificio. Se encontraba en el hospital para comprobar que no hubiese sufrido ninguna herida interna ni externa. Los policías estaban ansiosos por querer hablar con ella y preguntarla de lo sucedido. Javier esperaba en la sala de espera. En cambio, Bea, no dejaba de pasearse de un lado a otro; poniendo a su compañero crispado de los nervios.
-         ¿Quieres estarte quieta? Me pones nervioso.
-         ¿Te digo lo que tienes que hacer? No, ¿verdad? Pues cierra la boca- respondió Bea malhumorada.
Javier decidió dar el tema por zanjado.
Esperaron durante diez minutos hasta que el médico se acercó a hablarles.
-         Por suerte no tiene heridas internas graves. Externas no tiene ninguna. De momento la dejaremos en observación para ver como evoluciona. Ha inhalado el humo del fuego y sufre una conmoción en la cabeza- relató el médico nada más estar aproximado a los agentes.
-         ¿Sufrió un golpe en la cabeza?- preguntó Bea intrigada- , ¿Cómo ha podido inhalar humo si estaba en otra habitación al incendio?- añadió sin entender nada.
-         Sí. No sé si le dieron un golpe o ella se cayó. El golpe es leve asique no hay de qué preocuparse, pero queremos estar seguros de que no aumenta a algo más grave. El humo, aunque esté en otra habitación, se esparce por todo el habitáculo. Aunque no haya llegado a la habitación donde se encontraba ella, algo de humo si ha inhalado y ha sido intoxicada.
-         Está bien. Lo entendemos. ¿Cuándo podremos visitarla para hacerle unas preguntas?- comentó esta vez Javier, viendo a Bea muy alterada.
-         Dentro de unas horas mínimo, o quizá, mañana a primera hora.
-         Vale. Pasaremos luego para ver cómo sigue.
La pareja policiaca se marcharon. Bea seguía malhumorada y algo desconcertada, porque por más que avanzaban y encontraban algo, éste se difuminaba y es como si nunca hubiese existido; lo que hacía que fuese todo más desconcertante y entendieran menos la situación.

******

El cielo estaba encapotado por una manta de estrellas. Había pasado un día desde el incendio del edificio y ya oscureció. Era ya entrada la madrugada y Jato observaba un autobús a lo lejos. Quien conducía era una joven de unos 25 años. Delgada y de pelo castaño claro. Sabía que tenía ojos marrones oscuros y, que hace mucho tiempo, todo le daba vergüenza. Estaba al tanto de que ya no es tan vergonzosa como antaño.
Seguía observando. El recorrido se lo sabía de memoria, asique fue andando como quien da un paseo. No acompañaba el tiempo, pues el frío calaba hasta los huesos. Siguió andando hasta la última parada del turno de aquella chica. Paró enfrente de la marquesina donde la gente esperaba, sentada o de pie, al vehículo de trasporte. Notó de lejos, que subía el freno de mano.
-         ¡Llegó mi turno!- pensó Jato mientras cruzaba la carretera.
Alcanzó el otro lado de la calle y con la cabeza gacha para disimular, subió al autobús; pues las dos puertas estaban abiertas. Decidió entrar por la que los pasajeros pagan el billete. Con la mano derecha sujetando un pañuelo, se acercó sigilosamente. La chica no se dio apenas cuenta, pues estaba haciendo la caja en lo que esperaba a su compañero antes de irse a su casa. Jato aprovechó que ella tenía la cabeza mirando hacia abajo, que le colocó el pañuelo en la cara; tapándole la boca y la nariz. A los pocos minutos, la chica bajó de golpe la cabeza inconscientemente. No se golpeó porque Jato la tenía aun sujeta con la mano que poseía el pañuelo. Abrió la pequeña puerta que daba acceso al asiento del conductor y la sacó recostándola en su hombro. Por suerte, tenía el coche aparcado cerca de la zona, asique no sería visto por nadie. No había ni un alma a esas horas de la noche por la calle.
La metió en el maletero y arrancó veloz hacia su guarida, donde apresaba a todas sus víctimas y donde mató a la primera; Cristina. Le salió una sonrisa maléfica en su rostro cuando recordó la manera de matarla y cómo la expuso a la vista de todos.
Subió el cuerpo inconsciente de la chica hasta el dormitorio. La ató de pies y manos sobre la cabecera y los posa pies de la cama. La sujetó de una manera que no podría deshacer el nudo ni el más profesional. Cogió una silla de aquella habitación y se sentó enfrente de la cama, observando cada movimiento suyo hasta que se despertara. Antes, la despojó de toda la ropa, teniéndola expuesta y desnuda para él sin excitarse lo más mínimo. Solo la miraba con cara de asco.
Pasó hora y media cuando la prisionera se despertó. Nada más abrir los ojos, vio la cara de Jato; la misma cara de asco desde el principio. La chica se alarmó e intentó huir, pero se dio cuenta que no podía asique forcejeó sin resultado alguno.
-         ¡Tranquila, no podrás soltarte por mucho que te muevas!- habló Jato con repugnancia mientras se acercaba a la chica.
La tocó el tobillo, haciendo que ella moviera el pie para apartar la caricia que subía por su pierna.
-         Shhh. ¿Te haces la estrecha solo conmigo? Eso no está bien- dijo esta vez entre indignado y algo pausado.
Agarró un cuchillo que tenía guardado en el bolsillo trasero de su pantalón y la volvió a acariciar, pero con el filo del cuchillo. Esta vez, la chica lloraba e intentaba quitarse de encima el roce de la fría hoja, pero temía que la cortase.
-         ¿Por qué haces esto Paco?- preguntó cómo pudo entre sollozos.
-         ¿No ves las noticias?- ella negó con la cabeza- . Muy mal, normal que estés tan mal informada. Hago esto para que todas sepáis el daño que me habéis hecho sentir por vuestra culpa.
Jato siguió con el cuchillo, subiendo por la rodilla. Se paró en la vagina de la chica. Ella al notar el frio cuchillo, gimió. Jato no sabía si entenderlo por un gemido de miedo o de placer. Le daba lo mismo. No sentía atracción sexual por ella. Para fastidiarla, la tocó con la mano el punto más sensible de esa zona. Se notaba que se intentaba reprimir, pero no podía. Seguía sollozando.
-         ¿Te gusta, verdad? Nunca cambiarás. Siempre serás la zorra de todos- dijo con una mirada envenenada. Siguió estimulando, notando como la chica se mojaba y sin poder reprimir mucho los gemidos de placer que sentía.
Jato con la otra mano, sin dejar de tocarla, prosiguió el recorrido con el cuchillo; tocándole los pechos. Veía en la mirada de la chica que no quería que la tocase, pero una nube oscura bañó sus pupilas por el deseo que crecía en su interior. Ante esto, el asesino sonrió con malicia. Estimuló más rápido, lo que hacía que ella gimiera más sin quererlo. Era contra su voluntad.
-         Ya verás que placer sientes en unos momentos. Querrás hasta repetir.
Sin parar con la mano entre las piernas de la chica, con el cuchillo bajó igual de despacio hasta juntarse con la otra mano. Jato se iba acercando, inclinándose hasta ese punto. Ella abrió los ojos al pensar lo que creía que la iba a hacer. No creería que fuese a tocarla con la lengua. Aunque estuviese disfrutando de las caricias, se sentía sucia por dentro. Cuando él estuvo demasiado cerca. Dejó de estimularla para cortarle los labios de la vagina. El grito que pegó la víctima era ensordecedor, desgarrador.
-         ¿Ves cómo gritas ahora? ¿Te gusta más así?- preguntó sádicamente.
No paraba de bañarse las sábanas con la sangre de la chica.
-         A ver si te gusta también esto.
Dicho esto, le metió el cuchillo por la vagina, penetrándola hasta el fondo. Se volvió a escuchar otro grito, más agudo si cabría.
Ella entre lágrimas y gritos, no dejaba de sentir dolor. Se desangraba. Le asestó varias puñaladas más en su entrepierna; haciendo que los cortes sean más profundos y se desangrara más. Cuando se cansó de penetrarla con el cuchillo, le dio otra asestada en la misma zona y dejó un rato el cuchillo. Ella no paraba de chillar del dolor. Jato sin soportarlo y haber escuchado suficiente; la tapó la boca con cinta aislante. Al poco rato, le introdujo casi entero el arma blanca en su interior. Con un movimiento seco, lo sacó y fue al baño. Antes de girarse para limpiar el filo, observó cómo salía un gran chorro. Sonriente y triunfante, se dirigió al baño.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Capítulo 9...

El sol comenzaba a destellar los primeros rayos de la mañana. Jato observó el reloj que se ubicaba en la parte inferior derecha de su portátil. Pasaban escasos minutos de las nueve de la mañana. Lo tenía todo preparado tal y como lo había premeditado. Tan solo faltaba el broche final, y ya era el momento de mandar el video desde el ordenador. Abrió su correo y acto seguido envió su grabación a la dirección indicada.
- Todo está listo- pensó.

*********

- ¡Decker!, ¿trajiste ya el ordenador que encontramos en la casa de Paco?- preguntó Bea con cierto tono malhumorado.
- Lo tengo ya conectado en su despacho.
- Vamos a examinarlo con detenimiento, es la única posibilidad que tenemos para encontrar algo que nos ayude a localizar a Tamara.
- ¡Un momento Bea!- interrumpió Javier acompañado de una joven- . Esta chica acaba de venir, diciendo que conoció a Paco.
De repente, a la inspectora se le iluminó la cara.
 - Por favor, ¿podrías acompañarnos a la sala de interrogatorios? Allí hablaremos más cómodamente. Decker, examina el ordenador y si encuentras algo, no dudes en venir a decírmelo en el acto.
- De acuerdo jefa-  respondió Decker.
Justo después, Bea y Javier acompañaron a la chica hacia la sala y comenzaron la conversación.
- ¿Cómo te llamas?- preguntó la inspectora para comenzar.
- Me llamo Isabel, pero todos me llaman Isa.
- Yo soy Bea y él es Javier. Cuéntanos lo que sepas.
- Paco y yo fuimos muy amigos. Las mujeres que, supuestamente, ha asesinado, tuvieron una relación sentimental con él. La última chica que yo le conocí, se llamaba Tamara; por eso vine al enterarme que estaba desaparecida.
- Tengo algo muy importante que deberíais ver- interrumpió Decker en la sala a los pocos minutos.
- Ya puede ser algo importante- Contestó Bea con rabia.
- Diría que recibir un vídeo del asesino es bastante importante, ¿no te parece?
- ¡Javier, comunica a un agente que prepare un piso franco para la protección de Isa!- dijo Bea con autoridad- . Volveremos a buscarte al piso en cuanto terminemos- añadió dirigiéndose a la joven.
Los dos policías se apresuraron a ver la grabación. Javier inició el reproductor del ordenador.
Se observaba una habitación a oscuras con una luz tenue. De lejos, se divisaba una chica sentada en una silla. Tenía la cara tapada con un verdugo de color negro y estaba atada de pies y manos sobre la silla. Se encontraba vestida con un camisón blanco por las rodillas y con manchas que parecían grasa. De repente, se encendió la luz; lo que hizo que Javier reconociera la habitación inmediatamente, acto seguido pausó el video.
- ¡Está en su casa!- exclamó Javier- , reconozco los cuadros que tiene al lado de las estanterías, lo que consiguió llamar mi atención.
- Continuemos viendo el video.
Justo en el momento de volver a reproducirlo, apareció un hombre con un pasamontañas cubriéndole el rostro.
- Soy Jato. He observado que habéis venido a hacerle una visita a mi casa. También os llevasteis mi ordenador, pero bueno, eso me sirve para comunicarme con vosotros. Os preguntareis por qué hago esto. Bien, simplemente son coincidencias condenadas que conducirán a restablecer el orden de las cosas. Seguramente, vosotros lo llamareis venganza; aunque yo no lo veo así. Supongo que observareis a la chica que está al fondo de la habitación- Dijo esto último acercándose con una garrafa de la mano, teniendo puestos unos guantes negros- . Esta vida puede salvarla vuestra eficacia- comentó mientras empapaba a la chica con el líquido, que parecía gasolina. Dio unos pasos hacia atrás, dejando un camino de unos cinco metros de gasolina desde la chica hasta casi la puerta de la habitación. De repente, frenó en seco y se sacó una larga vela de su bolsillo. La partió por la mitad y la puso en el suelo, justo al final del camino de gasolina que había dejado. De su otro bolsillo, sustrajo un mechero negro y encendió la vela.
- Tenéis el tiempo exacto, lo que dure esta vela en gastarse para venir a salvar a la chica. Ya que habéis venido a mi casa sin invitación, espero que ahora que os invito tengáis el detalle de venir. Creo que esta chica también os lo agradecería bastante. En vuestras manos encomiendo su vida- Esto fue lo último que dijo antes de que el video finalizara, difuminándose poco a poco la imagen.
Ni medio segundo pasó cuando Bea exclamó:
- ¡Tenemos que ir inmediatamente, Javier! ¡Hay que salvar a la chica!
Rápidamente se pusieron en marcha y bajaron al parking de la comisaría. Cogieron un coche patrulla. Javier se puso al volante sin dudarlo ni un instante. Accionó la sirena y arrancó el vehículo al mismo tiempo que Bea llamaba a los bomberos, dirigiéndolos hacia la dirección de la casa de Paco. No se encontraron a penas tráfico, lo que hizo que apenas tardaran diez minutos en llegar a su destino. Justo al aparcar pudieron observar  que, de una ventana de la parte superior de la casa, salían llamas y mucho humo. Los dos policías salieron del coche, mientras escuchaban la sirena de los bomberos; lo que indicaba que acababan de llegar justo después que ellos.
- Aquí hay algo raro- dijo Javier en plena carrera.
- ¿A qué te refieres?
- A la ventana de la que sale humo. Creo que esa no es la habitación que estaba grabada en el video.
- ¿Estás totalmente seguro Javier?
- Sí, estoy convencido de que esa no es la habitación.
- Puede que tengas razón, aun así, tenemos que mirar primero la habitación que está en llamas.
Al poco rato de que llegaran a la puerta, justo apareció un bombero detrás de ellos.
- ¡Apártense, por favor, intentaré apagar esto en el menor tiempo posible!
Dicho y hecho, el bombero tardó unos instantes en apagar el incendio de la habitación. Al dispersarse todo el humo, ambos policías pudieron observar que Javier estaba en lo cierto. Aquella habitación no era la que salía en el video. Pero lamentablemente no fue eso lo único que pudieron ver. Al mirar más al fondo, pudieron contemplar el cuerpo sin vida de una chica. Aunque el cuerpo estaba levemente quemado, mirándole a la cara  pudieron distinguir a la chica perfectamente. Era Tamara, y justo a sus pies se podía leer:
AL IGUAL QUE TÚ ATRAVESASTE MI CORAZÓN, ATRAVIESO YO AHORA EL TUYO.
- No tiene sentido, la chica a muerto quemada – comentó Javier con tono de sorpresa.
- Obsérvala bien Javier, tiene una herida en la parte izquierda del pecho. Esto me hace suponer que Paco ya la había matado antes de provocar el incendio.
- ¿Pero entonces, por qué todo este espectáculo? No lo entiendo.
- Yo tampoco. Tenemos que examinar toda la casa empezando por la habitación del video. Lo que está claro es que él quería que viniéramos aquí.
Inmediatamente después, ambos se dieron la vuelta para buscar la habitación que salía en el video. No tardaron mucho en encontrarla, ya que Javier recordaba por completo la distribución de la casa. Al abrir la puerta lo único que aumentaron fueron sus dudas. Con cara de asombro pudieron observar que al fondo de la habitación seguía la chica del video, completamente atada de pies y manos. A sus pies, Javier vio la vela casi consumida por completo, la cual apagó de inmediato. Muy lentamente, avanzaron hacia la chica. Bea destapó la cara de la joven. Era una mujer de unos veintidós años con el pelo moreno. Tenía los ojos cerrados. La inspectora alzó despacio la mano hacia el cuello de la muchacha para comprobar si tenía pulso. Fue un alivio al contemplar que sí.
- Sólo ha perdido el conocimiento. Probablemente Paco la haya dormido para que no intentara escapar. Al menos aún sigue con vida- comento Bea.
- ¡Bea, mira a los pies de la chica!
Justo a los pies de la joven, había un papel en el suelo totalmente doblado. Bea lo recogió e inmediatamente lo abrió. En él se podía leer:
- Hoy no morirá ninguna inocente, aun así, vuestra visita a sido un honor y de una gran ayuda. Un saludo de vuestro amigo Jato.
- ¡Esto es el colmo! Ahora encima nos vacila este imbécil- dijo Bea llena de rabia.
- ¿Y ahora que propones que hagamos?
- Llama a Decker que venga acompañado de alguien y peine por completo la casa. Ya de paso que se lleve al laboratorio el cuerpo de Tamara para intentar encontrar algo.
Justo al acabar la frase. Bea sacó de su bolsillo trasero su IPhone y marcó el número de emergencias.
- Por favor, necesito una ambulancia. Envíenla a la siguiente dirección: Paseo de la estación, número veintisiete. Gracias- concluyó su llamada- . Javier, cuando venga Decker, que se encargue de enviar a alguien con la chica. En cuanto se recupere, hablaremos con ella a ver si nos puede contar algo que nos ayude. Nosotros vamos al piso franco en el que está Isa. Ahora mismo es lo único que podemos hacer para intentar saber más.
A los siete minutos, ambos policías se encontraban ya en el coche dispuestos a ir al piso franco.
- ¿Dónde está el piso?- preguntó Bea.
- Está a las afueras de la cuidad, tardaremos unos quince minutos en llegar. Bea, ¿qué crees que significa todo esto que ha preparado Paco?
- Pues ahora mismo no lo tengo muy claro, pero seguramente nada bueno Javier. Hay que coger a este tío cuanto antes, porque me parece a mí que ya se está pasando de listo.
Menos de lo imaginado, tardaron en llegar al piso. Subieron las escaleras en completo silencio. Los dos trataban de sacar conclusiones de todo lo acontecido, que no era poco. Al llegar a la puerta el corazón de Bea se aceleró por completo en décimas de segundo. Pudieron ver que la puerta estaba entre abierta, lo que no intuía que detrás se encontraran algo bueno. Y así fue. Al abrir la puerta vieron el cuerpo inerte de Isa totalmente ensangrentado, con un agujero en el cuello de gran profundidad y tamaño. El cadáver estaba colocado en un sillón, sentado, y justo en la pared, por encima de la cabeza, había otro mensaje:
HABLAR DEMASIADO PUEDE PROVOCAR GRAVES CONSECUENCIAS.
- Por lo que parece, este individuo se ha encargado de cortarle las cuerdas vocales. No se puede ser más bestia- comentó Javier.
- ¡No alcanzo a entender cómo es posible que este cabrón haya averiguado donde estaba la chica!- dijo Bea llena de ira- . No puede estar siempre por delante. Ha montado todo, solamente para que le dejáramos vía libre en matar a Isa. Y encima, por el camino, también ha matado a Tamara. Era la pista más clara que hemos tenido hasta ahora para dar con él, y nos la ha arrebatado como quien le quita un caramelo a un niño. Hemos caído como unos principiantes. Debemos de tomarnos el caso sin parar pero con calma. Los nervios no nos dejan actuar con coherencia y es lo que él quiere. Espero que la chica que encontramos en su casa nos pueda ayudar para tener algo de dónde tirar.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Capítulo 8...

Transcurrió la mañana hasta pasadas del medio día. Bea llamó a Decker para avisar de otro cuerpo encontrado. El sonido de su voz, superó los decibelios permitidos para un oído humano normal. Javier se tuvo que tapar las orejas con ambas manos para que no se le rompieran los tímpanos y el forense tuvo que separase del auricular para conservar su oído. El cabreo desmesurado de la inspectora jefe y las ansias de encontrar al culpable de tales asesinatos, la estaba colmando la paciencia.
- ¡¡Decker, mueve tu trasero echando leches para acá y avisa a los agentes correspondientes para que acordonen la zona. Y los quiero ya!!- seguía gritando Bea, dando órdenes a diestro y siniestro.
Colgó y, de reojo, miró seria a Javier; que la estaba observando con un poco de terror.
- ¿Tengo monos en la cara, o qué?- preguntó ella realmente cabreada.
- No. Solo que a veces me das miedo cuando te pones así- respondió Javier intimidado.
- Me alegro- dijo irónicamente- a ver si el asesino me está viendo y también se caga encima- bufó.
Javier no pudo evitar reírse de aquel comentario. Bea posó sus ojos en él, teniendo una mirada penetrante. Consiguió que él dejase de reír al instante.
- ¿Te parece gracioso?
- El comentario, sí.
- Por lo menos alguien se divierte con esto- volvió a contestar en tono irónico.
- Lo siento, es que ha sonado gracioso, solo eso.
- No te preocupes. Yo también me hubiese reído en tu lugar.
Ninguno de los dos volvió a hacer mención de lo ocurrido y se quedaron esperando durante hora y media hasta que llegaron los agentes a recoger pruebas, incluyendo a Decker.
- ¿No te dije que movieras el culo rápidamente hasta aquí?- preguntó malhumorada en cuanto el forense se acercó a ellos.
- Lo hice, pero él no quería- bromeó- . Tuve que avisar a todos. Como comprenderás, he tenido que recorrerme toda la comisaría para encontrar a los demás.
- Bueno. Ya estáis aquí- contestó tajante.
Bea enseñó a Decker el cadáver en la tumba, mientras que los demás acordonaban la zona y recogían muestras de huellas por los alrededores de la lápida. El forense no se podía creer que alguien pudiese hacer algo tan atroz. Tampoco entendía como se podía adelantar a los hechos sin ni siquiera ellos mismos saberlo.
Decker consiguió rápidamente el permiso de llevarse el cuerpo de la tumba para examinarlo y hacerle las correspondientes pruebas. Bea estaba tan impaciente por saber algo más que arrastro a Javier a acompañarla con el forense.
Después de una hora, llegaron a la comisaria. Se fueron los tres al laboratorio como alma que lleva el diablo.
El forense arrancó las prendas de la víctima, dejando al descubierto la gran abertura de su estómago. Se colocó unos guantes de látex y abrió la herida lo más que pudo, pudiendo observar que estaba vacía; sin intestinos. Javier no pudo verlo. Se dio la vuelta automáticamente y sacó de su boca una arcada, produciendo solo una tos seca. El médico comenzó a echar unos polvos por todo el torso descubierto de la chica muerta. Cogió un pincel con los pelos gruesos, como los que antiguamente usaban los barberos para afeitar a los clientes. Después de esparcir aquellos polvos, recogió de una pequeña mesa con ruedas, unas láminas transparentes; que los posó encima de aquella sustancia.
- ¿Me puedes explicar que narices estás haciendo?- preguntó enfadada después de presenciar los hechos del forense y sin entender nada.
- Por supuesto. Los polvos que he echado y las láminas que puse encima de éstos, es para comprobar si hay huellas en el cuerpo para que pueda recogerlos y analizarlos.
- ¿Te va a llevar mucho tiempo recolectar todas las huellas y las demás pruebas?
- Diría que bastante tiempo.
- ¿Cuánto más o menos?
- Mínimo dos horas. Creo que deberías seguir investigando más cosas por ahí fuera. Aquí perderías el tiempo.
- Eso haré. Llámame en cuanto tengas alguna prueba en claro, por pequeña que sea.
- Tranquila, lo haré.
Terminaron la conversación y Bea se marchó del laboratorio. Javier respiró aliviado en cuanto salieron de allí. Bea sonrió por el mal trago que pasó su compañero. Verlo un poco vulnerable, le parecía gracioso.
Bajaron a sus mesas y los dos se pusieron a investigar la vida de Paco García, el supuesto asesino. Bea no paraba de darle vueltas al mismo tema. ¿Cómo puede matar alguien que supuestamente está muerto? Y supuestamente porque ni lo han encontrado en su tumba, ni deja de matar.
Transcurriendo casi hora y media, Bea seguía sin encontrar nada del sospechoso. Javier, a los pocos minutos, tocó la puerta del despacho de la inspectora y asomó la cabeza por una pequeña abertura de la puerta, que estaba entreabierta.
- Pasa Javier. Dime que tienes algo nuevo. Me duele la cabeza de buscar y no encontrar nada- escupió las palabras como si fuesen fuego.
- Sí. Yo tampoco encontraba nada, pero me acordé de la conversación que tuviste con Decker sobre la familia del asesino y su estatus económico. Caí en la cuenta de que podría averiguar la dirección de donde vivía con sus padres y poder investigar allí.
- ¿Cómo no se me ha podido ocurrir antes? Eres genial Javier. Pero…
- Sí. Creo que sé lo que piensas.
- ¿Sí?- peguntó Bea curiosa.
- Supongo que crees, que aunque sepamos la dirección, no podemos echarla un vistazo sin una orden de registro.
- ¿Cómo lo has…?
- Tranquila. Ya la tenemos- interrumpió Javier- . En cuanto encontré la dirección, fui a pedir una para tenerla en cuanto te lo comentase. Quería decírtelo y después ir a investigar allí en cuanto tú digas.
- ¡Eres fantástico! De verdad… qué haría sin ti- sonrió ella.
- No harías nada- él siguió la broma.
- Bueno, no te lo creas mucho, que luego te vuelves tonto- dijo seria esta vez- . Manos a la obra. Espero que encontremos alguna pista allí mientras que Decker averigua algo.
Se dirigieron hacia la casa de los García. Tardaron una media hora hasta que llegaron. Nada más salir del coche, los dos se quedaron boquiabiertos por lo que estaban presenciando. Era una casa enorme. Tenía un muro de ladrillos alrededor de la casa como verja y una pequeña puerta de metal de color negro. No se podía ver con claridad, un pequeño camino de tierra; que guiaba desde la puertecita de metal hasta la puerta grande de madera donde se encontraba la casa, pues lo tapaba un montón de hierbajos y matojos de gran abundancia. La casa era de dos pisos y tenía un aspecto abandonado. La fachada estaba carcomida por el moho y el paso del tiempo. El color había desaparecido, convirtiéndolo de blanco a gris o casi negro. Decidieron entrar con pasos sigilosos, por si hubiese alguien viviendo ahí; aunque lo dudaban. Llegaron a la puerta, sintiéndose como si estuvieran en la selva por tanto verde alrededor. La puerta se veía muy desmejorada y casi astillada por el paso de los años. Bea agarró el pomo y giró hacia su derecha, comprobando que estaba cerrada. Javier tocó con un golpe tan bajo que casi podría decirse que era insonoro. Bea giró el pomo, pero esta vez a su izquierda. No sabía por qué, pero sabe que algunas puertas se abren al contrario a lo normal. Haciendo caso a su instinto, la puerta se abrió. Javier y ella se miraron sorprendidos y a la vez eufóricos, pues sabían qué significaba aquello.
Entraron y se quedaron atónitos al ver que la casa; por dentro no estaba abandonada. Casi podría decirse que parecía nueva y recién construida. Estaba todo oscuro. Las persianas se encontraban bajadas y las ventanas cerradas. El aire estaba cargado, pensando que la casa no se ventilaba desde hace días.
Estuvieron registrando toda la casa, cada uno un rincón sin encontrar nada raro. Bea se empezaba a irritar. Para algo que creía que podía ayudar, era lo que menos estaba resultando efectivo. Javier y la inspectora jefe quedaron de verse en la entrada en cuanto terminaran de registrarlo todo. Al cabo de una hora, los dos tenían caras de cansancio y enfado. Se pusieron a hablar de todos los lugares que habían investigado y que el resultado fue nulo. Cuando estaban a punto de irse, Bea recordó que dejó sin investigar una puerta, ya que estaba en un lugar con muchas y decidió dejarla para el final; pero se le olvidó. Se lo comunicó a Javier y fueron los dos juntos a registrar aquella habitación. Como cabría de suponer, la puerta estaba cerrada con llave. Decidieron buscar la llave por toda la casa pero fue inútil. Javier optó por echar la puerta abajo. Bea le dio su aprobación y entre los dos abrieron la puerta a golpes. No daban crédito a lo que veían. Al fondo de la habitación, había un corcho que ocupaba casi toda la pared, donde había papeles y fotos; fotos de las victimas muertas. Debajo de aquel corcho, se encontraba un escritorio con un ordenador de sobremesa. Suerte para ellos que estaba encendido y abierto, sin ninguna contraseña. Estuvieron investigando dentro del ordenador hasta que encontró una carpeta llamada PRIVADO. Javier al ver que no encontraba nada interesante se puso a mirar el resto de la habitación, encontrando música y libros a su paso; sin nada fuera de lo común. Cuando Bea encontró la carpeta llamó a Javier urgentemente. Los dos se quedaron mirando y al instante, abrieron la carpeta. Se veía en ella un montón de fotos y documentos, haciendo ver que el asesino vigilaba a sus víctimas antes de actuar. Las fotos eran de casi cada movimiento que ellas hacían; tomadas en el parque, en el portal de casa o de camino al trabajo o a su hogar. Pasando foto por foto, vieron unas cuantas de otra chica que no le sonaban de nada. En cada foto ponía el nombre de Tamara. Era morena, con el pelo largo y de complexión normal. De estatura se la veía normal. Ellos, inmediatamente lo relacionaron con la siguiente víctima. Bea se incorporó de inmediato y cogió su teléfono móvil. Marcó el número de la comisaría y le habló a un agente.
- Quiero que investiguéis a una chica llamada Tamara. Enseguida llevaré sus fotos. Creemos que es la siguiente víctima. No sabemos sus apellidos y no tenemos más información. Daros prisa- informó la inspectora jefe para que se movieran rápido, antes de que fuese demasiado tarde. Javier siempre tenía un Pen Drive para casos como estos. Copió toda la información que contenía aquella carpeta y salieron corriendo hacia el coche, poniéndose en marcha a su próximo destino.
Condujo Javier tan veloz, que llegaron a la comisaria en apenas media hora. Entregó el Pen Drive a un agente para que lo extrajera y comenzaran a investigar.
Al cabo de diez minutos, llegó el agente con una carpeta que contenía aquellas fotos de la que creían que era la próxima víctima. Se lo entregó a Bea y ella le echó un vistazo, comprobando que estaba todo en aquella carpeta.
- Hay una cosa más, inspectora- comentó el agente que llevó la carpeta.
- ¿Qué sucede?- preguntó Bea con urgencia.
- Las fotos de esta chica, se lo he enseñado a una familia.
- ¿Por qué hiciste eso?
- Porque acababan de denunciar la desaparición de su hija, y efectivamente, es ella.