lunes, 28 de noviembre de 2011

Noticias Frescas

Buenas a todos.
Muchos sabéis y otros no tanto... que somos dos quienes escriben esta historia. Yo soy B€!t@ y algunos me conocen.
Quería comunicaros no solo el cambio del diseño del blog echo por mi, ya que Pako no es muy decorativo y artista en esto... en fin, ja, ja. A lo que iba. Cambio del diseño del blog. Podéis quejaros, y seguramente, que yo seré la que lo cambie. Si tengo que esperar a que este hombre lo haga... ¡me puede dar un infarto! así que, aparte de eso, la cabecera tiene otra imagen. De nuevo queremos dar las gracias a Alby Ceache (Su Tuenti) y que sin ella no sería posible. Os pongo sus enlaces por si queréis echarle una ojeada a su precioso y sacrificado trabajo :D



Y después de esto, comunicamos oficialmente que no publicaremos más capítulos hasta aviso de editoriales. También tenemos algo entre manos, pero hasta que no sea definitivo no aclararemos na' de na'. 
Y después de sentirme importante al decir esto como "La Pantoja" o cualquier susodicho del mundillo al que tengo tanto asco y que llaman prensa del corazón... Os dejo con estos maravillosos 15 capítulos, algunas imágenes, donde nos podéis encontrar o simplemente, con la cabecera que os pondré ahora. Un beso y no me enrollo más. Tened cuidado al doblar la esquina, no queremos más muertes innecesarias :D


domingo, 23 de octubre de 2011

Capítulo 15...


Tras contemplar la escabrosa imagen de la parte superior del centro comercial, Bea decidió ponerse manos a la obra y no perder más tiempo del necesario. Cogió su  iPhone y buscó en su lista de contactos el número del forense.
-         ¡Decker, ya sabes dónde tienes que venir! No hace falta que te diga que esto es confidencial y que debes de traer solo ayuda si fuera indispensable, pero de tu confianza.
-         De acuerdo- contestó escuetamente el doctor.
-         ¡Javier!- se dirigió ahora hacia su compañero-. Hay que evitar que se queden mirando aquí los curiosos. Así que si ves a alguien husmeando, lo echas de aquí inmediatamente.
Javier ni siquiera contestó. Aun se le veía bastante conmocionado por la imagen observada. Afortunadamente, debido a la temprana hora, no había nadie en el lugar. Tan sólo la señora que vio por primera vez el cuerpo sin vida de la víctima. Avanzó hasta ella.
-         Señora, ya sabemos que lo que acaba de ver es algo desagradable. Si la podemos ayudar en algo no dude en pedírnoslo.
-         No se preocupe agente. Es algo que no se ve todos los días, pero soy bastante fuerte.
-         De acuerdo. Después, cuando lleguen más empleados, nos gustaría hablar con ellos. Es posible que necesitemos también charlar con usted.
-         Ningún problema. Le diré todo lo que quiera saber, aunque dudo que sea de gran ayuda.
-         Nunca se sabe. Muchas gracias, puede continuar con su trabajo dentro; que en unos instantes llegará mi compañero y tendremos que trabajar aquí fuera.
Justo momentos antes de que la inspectora empezara a impacientarse, apareció Decker. Bajó del coche sin más ayuda que la de su maletín. Bea lo miró ciertamente perpleja.
-         ¡No me mires así! Tampoco necesito mucha más ayuda.
La inspectora ni siquiera contestó. Lo único que hizo fue apuntar con el dedo la posición de la víctima. El doctor no necesitó nada más. Avanzó con paso firme hacia el lugar exacto.
-         Necesitaré una grúa o algo para bajarla de ahí.
-         ¿No llevas una en tu maletín?- preguntó Javier en tono sarcástico.
Bea fulminó a los dos con la mirada. Javier y Decker lo entendieron a la perfección, por lo que no siguieron con la broma. No era el momento ni el lugar.
-         Dentro tenemos una máquina que puede ayudarte- exclamó una voz que se acercaba lentamente-. Soy Juan, el director del centro. ¿Me podrían explicar que hace la vigilante de seguridad ahí colgada?- su voz sonaba fría, quizá demasiado.
-         Soy Bea, la inspectora de policía. Y estos son mis compañeros Decker y Javier. ¿Podríamos ir dentro a por la máquina? Me gustaría limpiar todo esto antes de que llegue la gente. Después hablaremos.
-         Estoy de acuerdo. Tampoco quiero que lleguen clientes y se encuentren con esto. De todas formas, no todo el mundo puede usar la máquina, ya que se requiere un carnet especial.
-         No se preocupe que yo seguro que sé- interrumpió Decker.
-         Javier, quédate fuera para evitar que la gente se acerque. Tardaremos lo menos posible- fue la primera vez en lo que iba de día, que la voz de Bea sonó agradable.
Ya dentro del centro comercial, Juan le explicó a Decker en qué lugar encontrar la máquina. Aun no se fiaba mucho de que supiera manejarla, pero era policía y no podía negársela. No le dio tiempo a dudar mucho más, ya que Decker se subió, la puso en marcha y la dirigió hacia la puerta sin más dilación.
-         ¿Ves como si sabía manejarla?- dijo Bea adivinando las dudas del director-. Veamos. Tenemos una más que sospechosa idea del autor del crimen.
-         Supongo que Jato- contestó Juan-. Yo también leo los periódicos para saber lo que pasa.
-         ¡En ningún momento dimos ningún nombre! – exclamó Bea enfurecida.
-         Ustedes no, pero la reportera; esa con la que su compañero tuvo un pequeño altercado en la rueda de prensa, sí que lo ha dado.
-         ¡Estúpida entrometida, ya la cogeré! Veo que le gusta estar muy bien informado. Bueno, pues en efecto es más que probable que haya sido Jato. ¿Le suena ese nombre, o el de Paco?
-         El de Paco sí. Vamos, sé que Raquel estuvo relacionada sentimentalmente con un chico llamado así. ¿Pero qué tiene que ver con Jato?
-         Es su nombre real. Aunque le gusta que se le conozca como Jato. Veo que en eso no está tan bien informado. Lo que si me sorprende es que sepa tanto de la vida sentimental de su empleada.
Juan se enrojeció notablemente. Se le veía ciertamente avergonzado.
-         ¿Qué tipo de relación tenía con Raquel?- preguntó de nuevo con tono curioso la inspectora.
-         Esa es una pregunta muy personal y no me gustaría tener que responderla- Juan parecía molesto.
-         Soy policía. Así que como bien sabe, tendrá que responder tarde o temprano. De todas formas, sepa que lo que aquí hablemos no saldrá al exterior. Creo que no nos conviene a ninguno de los dos.
-         De acuerdo. Raquel y yo teníamos relaciones sexuales esporádicas.
-         No sé por qué pero me lo imaginaba. ¿Sabe de alguien del centro comercial que pudiera conocer a Paco?
-         A parte de Raquel, no tengo ni idea de si le conocía alguien más.
-         No se preocupe que hablaremos con todas las personas del centro.
En ese momento sonó un mensaje en el teléfono de la inspectora. Era de Decker:
“Ya he recogido todo y he llamado al conductor de la ambulancia para llevar a la víctima al laboratorio. Cuando tenga algo volveremos a hablar”.
Bea, después de leer el mensaje, guardó el teléfono en el bolsillo y se despidió de Juan.
-         En cuanto podamos, volveremos para hablar con los demás empleados.
-         Perfecto, aquí estaremos. Rogaría que no dijera nada sobre mis encuentros con Raquel.
Bea ni se molestó en responder a eso último. Alcanzó la puerta en unos pocos pasos y salió en busca de su compañero. Observó a la señora de la limpieza retirando los pocos restos de sangre que había. También pudo comprobar que Decker ya se había marchado, por lo que no quedaba más que hacer allí. Le hizo un gesto a Javier con la cabeza indicándole el coche. El subalterno lo entendió al instante y ambos se montaron en el vehículo, emprendiendo camino hacia la comisaría.
-         ¿No te parece muy sospechosa la forma de actuar del director?- cuestionó Javier.
-         Pues la verdad es que sí. No te lo niego. Es muy raro que alguien con ese cargo sea el primero en llegar al centro de trabajo. Eso sin mencionar que sabe mucho más de lo que debiera. Por cierto, tu amiga, la reportera; sabe más de lo que necesita saber, por lo que se convierte en una fuerte sospechosa. Así que cuando lleguemos a la comisaría, ya tienes tres trabajos. Uno, investigar todo lo que puedas sobre esa chica. Quiero saberlo todo sobre ella. Hasta cuando le baja la regla. Dos, investigar la vida de Paco. También todo lo que haya, en especial sobre el accidente en el que supuestamente murió. Y tres, encontrar la relación entre Paco y la reportera porque estoy convencida que la habrá.
-         De acuerdo Bea, te diré todo lo que tenga en cuanto pueda.
-         Puedes tomarte un café o algo antes, Javier. Debemos llevar esto con más tranquilidad que hasta ahora. Cuando tengas algo en claro me llamas. Yo voy a investigar desde mi casa en el ordenador que cogimos en la casa de Paco. Todo puede ser importante y seguro que algo se nos escapa. Por favor, ahora cuando te deje en comisaría, le pides a alguien que me lo lleve.
-         Como se nota que eres la jefa ¿eh? No te preocupes, que te lo haré llegar inmediatamente.
-         No es porque sea la jefa. Es que desde casa trabajaré mucho más relajada y así no se me escapará nada- contestó la inspectora con tono tranquilo, a la vez que paraba el coche frente a la comisaría-. ¡Por cierto, averigua también todo lo que puedas sobre Juan, el director del centro! Gracias.
-         Lo tendrás todo de inmediato- respondió Javier en tono amable, dando la conversación por terminada.
Las horas pasaron mientras los tres policías hacían su trabajo. Bea apenas pestañeaba observando cada uno de los archivos que tenía el ordenador. Decker, con sus inseparables auriculares; con la música muy alta, revisaba el cuerpo sin vida de la recién fallecida. Mientras, cada rato miraba su pequeño portátil en busca de información sobre Raquel. Por su parte, Javier buscaba sin cesar en archivos de sucesos sobre el accidente de Paco. Los tres, en horas diferentes, se concedieron el lujo de un pequeño descanso para comer. Las siete de la tarde pasaron cuando Decker fue el primero en dar señales de vida en modo de mensaje a la inspectora:
“Tengo algo bastante bueno. Por favor, vente a la comisaría en cuanto puedas”.
Al cabo de un rato, se reunieron los tres agentes en el laboratorio de Decker. Todos habían descubierto algo sobre lo que investigaban, pero lo realmente impactante lo tenía Decker.
-         Señores, acabo de encontrar en el bolsillo de la víctima el teléfono móvil de nuestro amigo Paco.
-         No parece un buen sitio donde olvidarlo- respondió Javier.
-         Obviamente quería que lo encontráramos- contestó Bea de forma agresiva sin saber que tenía más razón de la que esperaba tener.
-         ¿Y cómo sabes que es de él?- comentó la inspectora al forense.
-         He comprobado el registro de la tarjeta SIM y he visto algunas llamadas a un número desconocido. Se activó hace tiempo a nombre de Paco.
-         ¿Has mirado algo más aparte de las llamadas?
-         No. Eso es cosa tuya, jefa.
-         Está bien.
Decker tendió el aparato a la inspectora y ésta lo cogió con ansias. Fue al menú y pulsó en la carpeta de multimedia. Miró en vídeos y grabaciones de voz, pero se encontraba vacío. Sin esperanza alguna, volvió atrás y presionó en fotos. Su sorpresa fue mayúscula cuando vio algunas imágenes. Avisó a sus compañeros para que se acercaran a echarle un vistazo. No daban crédito a lo que veían. Había varias fotos. En ellas, se encontraba Jato riendo mientras ataba a una de las víctimas a una silla, enfrente de un espejo. En el reflejo, se percibía un pequeño resplandor, y una imagen oscura. Parecía una mujer. Seguía pasando las imágenes, y veían lo mismo, pero en posiciones diferentes. Cada vez, se apreciaba más el rostro de la mujer, pero sin estar aún seguros. En una foto en particular, ella salía sonriendo sujetando una cuerda. Estaba atando por las muñecas a otra de las víctimas.
-         ¡Mira Javier, tu amiga la reportera!- dijo con ironía.
-         Concretamente María es su nombre. Yo también he descubierto algo. Vive en la calle Sierra de Béjar, número 7 Bajo Izquierda.
-         Muy bien. Irás allí. ¿Algo más?- dictaminó Bea.
-         Sí. He encontrado información sobre el accidente. He buscado en periódicos de ese año y redactaban que fue provocado. El sospechoso era un tal Lorenzo Martín.
-         ¡Ese nombre me suena a mí! Es el dueño de la cadena de hoteles Meliá. Tiene bastante dinero- intervino Decker.
-         Eso también lo sabía- protestó el subalterno.
-         Ahí tenéis el motivo de porqué él no está en la cárcel. Apuesto a que no fue ni investigado. Cerraron el caso con la excusa de tener falta de pruebas para incriminarle- dedujo Bea.
-         Correcto- soltó Javier.
La agente puso a su equipo a trabajar. Mandó a Javier a que fuese a investigar la casa de María, la reportera. Decker continuó la búsqueda del accidente que sufrió Paco hace dos años y cinco meses. Llevan dos meses con el infierno a cuestas, sin tener una pequeña pista por dónde tirar; y cuando la tienen, es una trampa.
Bea se montó en su coche. No ha querido decir nada, pero también encontró algo en el ordenador. Una foto de una chica sonriente, al lado de su, aparentemente, pareja. Encontró más fotos, pero ya eran víctimas muertas. Investigó la dirección de esa chica mediante el nombre que venía escrito a pie de la foto; Alba Barbero.
*****
Javier llegó al edificio. No era la primera vez que se enfrentaba solo a un asesino, cómplice o víctima, pero se sentía como si así fuese. Estaba nervioso y no entendía por qué. Subió unas pequeñas escaleras que ascendían al descansillo del bajo. Pensó en llamar, pero creyó que era una estupidez. No sabía hasta qué punto se equivocaba. Probó a girar el pomo de la puerta. Sonó un click, lo que provocó un gran estruendo. Era parecido al sonido de un disparo. Abrió la puerta y se quedó perplejo. Dos hombres atados a una silla de madera, muy juntos, tenían la cabeza hacia abajo. Un hilo de sangre, descendía de la sien de ambos. Encima de ellos, había inscrita una frase:
“LO QUE VISTEIS Y NO CONTASTEIS, AHORA SE OS QUEDARÁ EN LA CABEZA”
*****
Bea seguía conduciendo y sumergida en sus pensamientos a la vez. No podía creer que en dos meses no hubieran encontrado nada. Ni una simple pista acertada y hallada por ellos mismos. Todo lo que tenían, era gracias al asesino; de lo que poco a poco iba dejando rastros. En realidad solo poseían muertes inexplicables y mucha confusión. Solo esperaba poder salvar aquella victima para sentirse mejor y creer que no iban por mal camino.
Al poco rato, aparcó el vehículo y salió hacia aquel portal. La suerte le sonreía, pues la puerta estaba abierta. Se dirigió al primer piso y tocó con los nudillos. Al instante, una chica joven la abrió.
-         ¿Quién eres?- preguntó confusa Alba.
-         Soy Bea, inspectora de policía. ¿Puedo hacerte unas preguntas?
-         Eh… sí, claro- titubeó ella.
Entraron al apartamento y se sentaron en un sofá de dos plazas.
-         Bien. ¿Conoces a un hombre llamado Paco?
-         Sí. Estuve saliendo con él hace tiempo.
-         ¿Cuánto durasteis?
-         No sé. Meses, ¿por qué?- empezaba a asustarse.
-         Es algo complicado de entender. Hace dos meses, un chico con el pseudónimo de Jato, va matando a chicas que han estado relacionadas sentimentalmente con él. Su nombre verdadero es Paco.
-         ¿Crees que vendrá a por mí?- chilló al borde del pánico.
-         Siento no poder decirte que no, pero por eso estoy aquí. No vengo precisamente a hacerte una oferta de internet.
Alba no tomó muy bien la broma, pero prefirió no decir palabra alguna.
Acto seguido, se escuchó un golpe fuerte en la entrada. Bea sacó su arma al instante, denotando unos reflejos extraordinarios.
Por fin se veían las caras sin un cristal de por medio. Jato la sonreía y ella estaba sería. Inspiró fuerte y lo expulsó por la boca.
-         ¡Estás detenido, Paco!

lunes, 29 de agosto de 2011

Capítulo 14...

Los miles de flashes que salían de cada cámara, cegaban a Javier. La prensa esperaba impaciente el comienzo de aquella reunión que no era precisamente de amigos. Cuando la lluvia parpadeante de fotos había parado, el subalterno respiró hondo antes de comenzar.
-         Caballero, ¿Podría decirnos si hay algún sospechoso?- abrió la ronda de preguntas una muchacha joven. Le dio la palabra Javier al tener la mano levantada.
-         Tenemos una idea de quien podría ser el asesino- respondió serio y fue dando paso a más preguntas.
-         ¿Sabe si actúan como grupo o es uno solo?- habló esta vez un hombre de la edad aproximada de Javier.
-         Ese dato no lo tenemos claro. Creemos que es uno solo, pero tenemos nuestras dudas.
-         ¿Por qué cree que mata solo a chicas?
-         Puede que sea por venganza. Esas chicas están relacionadas con el asesino en alguna etapa de su pasado.
-         ¿Cómo se siente el tener tantas muertes a su espalda y no tener nada claro?- esa pregunta la formuló una chica con semblante serio y frio. Algo calculador. Nunca la había visto y ni siquiera le había dado la palabra para formular dicha cuestión.
-         ¡Esa pregunta es inapropiada!- respondió Javier conteniendo la ira que crecía en su interior-. Obviamente nos sentimos fatal que haya tantas muertes. ¿Qué sabes tú del caso?- se escuchó una sonrisa que helaba la sangre.
Javier bajó del estrado en busca de aquella reportera. Se daba paso entre la multitud casi a empujones; con un cabreo descomunal. Los flashes volvían a hacer su aparición y le dificultaba la visión por encontrarla. Cuando creía haber llegado, no había rastro ninguno de aquella chica.

Una hora más tarde…

-         ¿Te parece bonito montar esa escena después de la que tenemos encima? ¡No tenemos nada y tú te dedicas a perseguir reporteras para encararte!- gritó Bea fuera de sí. Estaba muy cabreada con el comportamiento de su compañero.
-         Que no vaya de sabelotodo. Nadie sabe que no tenemos nada.
-         ¡Oh, claro que sí! Tenemos muchas muertes. Y más que habrá como sigamos haciendo el gilipollas.
Javier agachó la cabeza y no volvió a pronunciar palabra por la cuenta que le traía. Prefirió dejar el tema y esperar a que su jefa se calmara.
Varios minutos después, Decker apareció como una llamada telefónica a Bea.
-         Dime- contestó tajante la misma.
-         Hemos encontrado algo en el cuerpo de Montse. Deberíais venir inmediatamente.
-         Está bien. Ahora vamos para allá.
Colgó y con la mirada, incitó a Javier a que la acompañara. Él lo entendió a la perfección y la siguió por los lugares de la comisaría.
Al llegar a la puerta del laboratorio, la inspectora entró sin llamar; irrumpiendo en el lugar. Javier le siguió como el perro que sigue a su amo.
-         ¡Pasa, por favor!- exclamó irónico- No sé cómo no he dejado la puerta abierta para que no tuvieras ni que empujarla.
-         Deja las bromas para otro momento- cortó Bea. Decker hizo el gesto de los militares; juntar la mano estirada a su frente y bajarla con un golpe seco.
-         Lo que mandes- sonrió. Ella actuó indiferente ante aquella broma.
-         ¿Qué has encontrado?
-         He estado investigando y cogiendo posibles huellas en el cuerpo. Obviamente sabemos que es de Paco, pero las he llevado a analizar por si hay alguna duda.
-         ¿Duda?- preguntó, esta vez Javier por primera vez desde que llegaron, con tono incrédulo.
-         Lo hemos visto con nuestros propios ojos, Decker- recriminó Bea-. ¡No hay ninguna duda!
-         Bueno, no es eso por lo que te he llamado- Se puso serio-. He encontrado entre los pulmones esta tarjeta- se la tendió a la pareja policial dentro de una bolsa de plástico. Estaba manchada de sangre, pero limpia concretamente en la inscripción. La bolsa también tenía alguna mancha-. Si no llega a ser porque una de las esquinas sobresalía, no la hubiese visto. El tío quería que la viésemos, así que he creído que fuese una pista.
-         ¿Has deducido eso tú solito?- ironizó Bea. Cogió la bolsa de mala gana y se puso a leer lo que contenía la tarjeta: “Leroy Merlín” seguido de un triángulo grande de color verde entre las dos palabras. Más abajo venía la dirección, el teléfono y el fax ordenadamente una debajo de la otra-. ¡Y tanto que es una pista! Vámonos a este centro comercial.
-         Ya que vais, ¿Podéis traerme unas tablas con clavos?- pidió con gracia.
Bea le fulminó con la mirada y salieron por la puerta cerrándola tras de sí.
-         Bueno, no me lo traigáis si no queréis. Pero no hace falta ponerse así- gritó para que lo oyeran con un tono melancólico.

Transcurrieron treinta minutos desde que ambos policías habían salido del laboratorio del forense. Conducía Bea de tal forma que parecía que fuesen a apagar un incendio. Como alma que lleva al diablo, llegaron en un santiamén. El centro comercial estaba a las afueras de la ciudad y había demasiados semáforos. O eso le pareció a la inspectora. Aparcó en el primer lugar libre del parking que vio. Salieron del coche y se dirigieron hacia la entrada.
Era temprano, pues aún no estaba abierto para el público. Observaron desde la distancia como una señora de la limpieza estaba parada a unos pocos metros de la puerta donde entraba el personal. Salía con una escoba y un recogedor. Suponían que iría a barrer la zona de los carros donde poder llevar muebles y cualquier artilugio del hogar.
A los pocos minutos, se sobresaltaron con un gran estruendo. Un chillido agudo y ensordecedor arropó el lugar. Los agentes miraron a la señora de antes, pensando que se habría caído y lastimado. Pero se equivocaron. Ella tenía la cara desencajada. Con un rostro terrorífico y mirando hacia arriba, se encontraba parada enfrente del gran centro comercial. Bea y Javier corrieron a socorrerla inmediatamente. Algunos compañeros de la mujer salieron en su busca con semblante preocupado.
Al llegar, extrañados por aquel grito, preguntaron.
-         ¿Qué le sucede señora?- habló Bea.
-         A… Ahí… A… Arriba- apuntó tartamudeando hacia arriba; en dirección hacia el triángulo.
Ambos policías y los que se encontraban en el lugar por el gran grito de la limpiadora, miraron hacia arriba. Algunos también gritaron y otros salieron huyendo hacia dentro del edificio. Bea y Javier se quedaron atónitos sin saber qué hacer ya. A él le empezó a entrar un poco de miedo por no saber a quién se enfrentaba. Ella comenzaba a pensar que este caso era demasiado grande para su corta edad en el cuerpo.
El cuerpo sin vida de Raquel se encontraba colgado en aquel triangulo gigante de color verde. Semi-desnuda y ensangrentada. No tenía la parte de abajo y la parte de arriba del uniforme estaba medio abrochada. Solo la parte del ombligo. Tenía el pecho izquierdo destapado con una marca pintada de sangre y en su cabeza una frase con la misma caligrafía impecable e impoluta:
LA AVARICIA ROMPE EL SACO. LAS PUTAS SE ROMPEN LAS PIERNAS PARA TENERLAS SIEMPRE ABIERTAS.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Capítulo 13...



-         ¡No podemos dejarlo escapar de aquí!- gritaba Bea con inquietud mientras se aventuraba a correr.
Acto seguido, Javier se puso a correr detrás. No era tarea fácil. El camino estaba totalmente en tinieblas, y además, ya no podían contar con la pequeña luz que destellaba anteriormente la linterna; puesto que ya no funcionaba. Consiguieron desandar el tramo anterior, solo que a más velocidad, y ahora de memoria. Eran dos agentes bastante bien preparados, por lo que pudieron hacerlo sin complicaciones. El problema es que Paco también se sabía bastante bien el camino, y les llevaba mucha ventaja. Apenas conseguían diferenciar el sonido de sus pasos, cada vez más lejano. De repente, dichos pasos se dejaron de escuchar, lo que extrañó enormemente a Javier.
-         ¿Crees que se habrá detenido?
-         Lo ha hecho o se está burlando de nosotros, cosa que cada vez me enfurece más. Lo que está claro es que si nos espera, no es precisamente para que nos tomemos un café con él. ¡Saca tu arma y estate alerta por favor! Llevamos ya demasiadas muertes.
Después de decir esto, Bea se apresuró a la vez que corría, a avisar por teléfono pidiendo refuerzos; los cuales, a juzgar por la respuesta que recibió, estarían allí en ocho minutos como mínimo. Demasiado tiempo que darle a un asesino en serie. Teniendo en cuenta que siempre les llevaba la delantera, sería de esperar que Paco tuviera más que estudiada la forma de salir de allí. Desgraciadamente para Bea, sus pensamientos se harían realidad con una parada en seco de su compañero.
-         Observa esta puerta. Está totalmente blindada e insonorizada. De ahí la razón de que dejáramos de oír sus pasos. Me temo que si estoy en lo cierto, esta puerta solamente se abre desde el otro lado.
-         Tienes razón, pero a medias. Llama a los artificieros que no hay puerta que se resista a la goma dos. De todas formas, a este cabrón ya no lo cogemos. Aun así tengo interés de saber dónde lleva esto. Salgamos ya de aquí.
Ya en el exterior, los dos policías observaron cómo sus compañeros llegaban y acordonaban la zona.
-         ¡Precintad el parque. No quiero que nadie, que no esté autorizado por mi expresamente, entre aquí! Javier, vamos a la comisaría que tenemos que hablar muy seriamente.
Por el camino, ninguno de los dos se cruzó ni una sola palabra. Javier, en cierto modo, se sentía culpable de la muerte de la chica, ya que él fue quien la llevó hacia el parque. Bea estaba muy enfadada, más que nunca. Solo el hecho de ver sus ojos delataba su inmenso enojo. Absorta en sus pensamientos, conducía con rabia y velocidad. Al llegar al parking de la comisaría, el coche se detuvo con un sonoro frenazo, impulsado por la inspectora. Ambos subieron las escaleras hasta llegar al despacho de Bea, que al dejar la puerta tras de sí y de su compañero, la cerró con un golpe seco.
-         ¡Cómo es posible! ¡Parecemos dos novatos!- Bea gritaba más que nunca, hasta que pudo calmarse un poco. Aunque no supo cómo- Resulta que tenemos en nuestras manos a la siguiente víctima y se la ponemos en sus narices.
-         Lo siento- respondió Javier visiblemente triste.
-         No es tu culpa, de verdad-Bea esta vez sonaba muy comprensiva, más que nunca–. Probablemente yo en tu lugar hubiera hecho lo mismo. Al fin y al cabo, se suponía que el sitio más seguro en el que podía estar era con nosotros o con Decker. Ahora mismo, no me fío de nadie más que no seamos nosotros tres. Piénsalo, sabe bien nuestros movimientos, demasiado bien diría yo. Todo esto no puede estarlo haciendo él sólo. No puede tener tanta suerte. A partir de ahora llevaremos el caso Decker y nosotros. Es mucho lo que llevamos a nuestra espalda y seguramente la prensa nos ataque en breve. Por favor, cuando lo hagan, te encargas tú de hablar con ellos que sabes por donde llevarlos; por experiencias pasadas.
-         ¿Cuál será nuestro próximo paso?- preguntó Javier algo más sereno.
-         En breve te lo voy a decir, justo después de atender la llamada que me están haciendo ahora. Serán los artificieros. ¡Contadme dónde coño daba esa puerta!- contestó a la vez que encendía el altavoz de su IPhone.
-         Esa puerta tan solo conducía a una alcantarilla que daba al exterior. Por lo que el asesino debió de huir por ahí. Pero lo excepcional es que hemos encontrado el cuerpo de la víctima. El asesino lo ha dejado aquí por algún motivo.
-         Vale. Pues esto es lo que vas a hacer. Vas a esperar a que llegue Decker, y cuando esté allí, te llevas a todo el mundo. Él se encargará de todo.
-         De acuerdo jefa. En cuando acabe de hablar con usted, llamo al doctor para que venga.
-         ¡No!- replicó fuertemente Bea–. Al doctor ya le aviso yo. Tú dedícate a cumplir expresamente las órdenes que yo te he dado.
-         A sus órdenes – contestó el policía ciertamente extrañado.
Bea ni siquiera espero a que el policía le dijera algo más. Le colgó repentinamente y se dispuso a buscar en la agenda de su móvil el número del forense.
-         ¡Decker! Ha aparecido el cadáver de la última víctima en la puerta blindada que hemos atravesado. Escúchame con atención. Vas a por el cuerpo, lo llevas a tu laboratorio y te vas a descansar. No quiero que hagas nada hasta mañana. Otra cosa, a partir de ahora, de este caso sólo hablas conmigo o con Javier, con nadie más.
-         Perfecto jefa. El cuerpo estará en mi laboratorio de inmediato, y gracias por el descanso- respondió el doctor a la vez que finalizaba la llamada.
Decker no se extrañó en absoluto de las órdenes de su jefa. Era un hombre extremadamente inteligente y no necesitaba explicaciones. Además, antes de dedicarse exclusivamente a ser forense, también fue policía de calle y conocía perfectamente todos los procedimientos. Esa era una de las causas más fuertes por las que Bea insistió en  contar con él en su comisaría.
-         Vale Javier, lo que le he dicho a Decker va por ti también. Vete a casa a descansar, que todo lo sucedido no nos ha dado respiro y necesitamos la mente clara.
-         ¿Estás segura?
-         Claro. Además, los psicópatas también descansan.
Lamentablemente, Bea se equivocaba bastante.
********
Sentado en su BMW, Paco esperaba impacientemente en la puerta del centro comercial a que dieran las diez de la noche. No esperaría mucho, ya que apenas faltaban diez minutos. Horas antes lo había preparado todo dentro del centro. Perfectamente camuflado como empleado de mantenimiento, con su contrato de sustitución en orden. El recuerdo de lo que le tuvo que hacer al verdadero empleado para que no fuera hoy a trabajar aún reposaba en su mente, lo que le provocaba alguna sonrisa aislada. Como pez en el agua lo había diseñado todo de forma espectacular. Si no mataba así no disfrutaba. Era tal la sensación de poder que sentía, que incluso podía confundirse con algún otro placer carnal, con el que más de una vez había gozado. Todo en su sitio; sin cabos sueltos, fácil de manejar y apto para divertirse de forma cruel. Sólo quedaba esperar a que todo estuviera despejado. Su objetivo, la vigilante de seguridad del centro.
Cuando el tiempo de espera finalizó, Paco salió de su coche y se apoyó en la puerta. Estaba bastante apartado. Gracias a eso, y a la oscuridad de la noche, pasaba totalmente inadvertido. Los clientes del centro comenzaban a salir. También lo hacían algunos de los empleados, los que más suerte tenían, ya que Paco sabía perfectamente que el último empleado saldría a la media hora. Justo a esa hora entraba Raquel, su siguiente víctima. En aquel momento vio cómo bajaba de su coche, un renault megane, y se disponía a entrar a su puesto de trabajo
-         ¡Qué fácil sería hacerlo ahora!- llegó a pensar.
Sencillo pero sin lujos. De forma fría y sin sentir su venganza, cosa que le proporcionaba la paciencia necesaria para hacerlo a su forma. La chica iba vestida de calle, sabedora de que su uniforme estaba en la taquilla desde el día anterior. Ese dato, lamentablemente también lo tenía Paco. La hora llegó y Raquel se dirigió hacia su taquilla. Pasaban diez minutos de su hora de entrada. El café habitual le había retrasado, pero eso no suponía ningún problema ya que tenía mucha confianza con el director del centro, debido a sus largos años allí trabajando, y a otras cosas menos confesables. De todas formas allí ya no quedaba nadie, o eso pensaba Raquel. Al abrir su taquilla notó que algo no era normal. Ya que justo le cayó una foto en la que se podía distinguir a ella misma con su antiguo novio Paco. Una foto hecha a la salida del cine, con ya bastantes años y algo deteriorada. Pensó que sería alguna broma de Juan, el director del centro. Ya que en alguna ocasión le contó la historia que tuvo con Paco. Le contó incluso entre carcajadas la manera en la que se burló de él. No le dio más importancia a la foto y se dispuso a ponerse su uniforme. Cuando terminó, retiró la porra y la dejó dentro de la taquilla, algo que ya se había convertido en un gesto habitual. Lo que nunca dejaba de lado era su pistola. La colocó en su funda, sin percatarse que algunas horas antes, ésta había sido descargada. Cuando estuvo lista, bajó las escaleras y se dispuso a pasar otra larga noche sin incidencias reseñables, grandioso error su pensamiento. Al llegar a su puesto se llevó el primer susto, ya que todas las luces de la sección de iluminación se encendieron de golpe.
-         ¿Quién anda ahí? Esto no tiene ni puta gracia- Raquel hablaba con voz firme dada la larga experiencia de su trabajo, a la vez que desenfundaba la pistola y se dirigía hacia la sección.
Examinó minuciosamente cada uno de los cinco pasillos de la sección sin ver a nadie. Al llegar al pasillo de las bombillas, vio en el suelo otra antigua foto suya acompañada de Paco. Raquel la cogió y alzó la voz.
-         ¡Vamos Juan, ahora mismo no me apetece una gymkana sexual, y menos tan desagradable como esta!
Naturalmente no obtuvo ninguna respuesta, pero tampoco le dio tiempo a pensar en ello. Ya que llegó a su corazón el segundo susto de la noche. Todos los timbres expuestos en la siguiente sección, la de electricidad, comenzaron a sonar al unísono, provocando un ruido muy desagradable y aterrador. La luz de iluminación de apagó inmediatamente. Avanzó a la siguiente zona con total convicción. Las muchas pruebas que había pasado para conseguir el título de vigilante, y alguna incidencia con macarras en anteriores trabajos, la dotaban de una gran valentía. Avanzó los cinco pasillos correspondientes y llegó en el momento en el que el ruido cesó. Se encendieron las luces de aquella zona y en el suelo encontró una nueva foto. Esta vez se la veía a ella sin camiseta ni sujetador, en medio de uno de esos divertidos juegos que solía hacer con Paco.
-         ¿De dónde cojones has sacado esto Juan?- gritaba con algo más de temor- ¡Esto ya hace tiempo que ha dejado de ser gracioso!
Su temor iba en aumento, pero procuraba mantenerse fría, algo imprescindible para su trabajo. ¿Cuál sería el siguiente paso? La respuesta no se hizo de rogar ya que, a la vez de apagarse la luz de la zona de electricidad, se encendió la de la zona de pintura; colocada justo en frente. Avanzó unos metros y vio, en el pasillo central de la sección, una frase pintada con letras rojas con caligrafía muy legible:
¿TE SIGUEN GUSTANDO NUESTROS JUEGOS?
La duda de que en realidad fuera Paco se hacía cada vez más visible en ella. Y más al observar en el suelo, al lado de la frase, otra foto en la que aparecía ella totalmente desnuda.
-         Paco, ¿qué es lo que buscas aquí?- su voz sonaba con algo más de terror.
Aquel juego comenzaba a asustarla ya que, si era Paco el que había hecho todo esto, quien sabe a lo que llegaría ya que no se portó excesivamente bien con él.
-         Atención, la vigilante Raquel tenga el detalle de acercarse hasta la sección de sanitario por favor.
La voz sonó literalmente quebrada, como una grabación distorsionada. Se escuchaba desde la cabina de información. Por eso, Raquel se quiso asegurar que hubiera alguien allí, o de que fuera una grabación. Alargó el cuello para ver la zona de información, donde se encontraba el micrófono y vio que no había nadie. Afortunadamente para ella, desde la zona de pintura podía ver la mitad del centro. Ni se imaginaba que todo estaba precisado al milímetro. No dudó, aunque las piernas ya le temblaban por entonces, en ir hasta sanitario. Al llegar, se encendieron las luces, lo que la asustó más. Estaba en el pasillo donde se vendían los espejos de baño. Ver su cara reflejada en tantos espejos a la vez de repente la había asustado. Llegó al último espejo del pasillo y vio colocado delante un muñeco de peluche. Recordó que fue un regalo que le hizo a Paco en uno de sus viajes. El peluche era bastante grande, y en su mano izquierda portaba otra foto. Aquí se pudo ver a si misma junto a Paco. La foto estaba ligeramente cortada por el medio, separando a los dos. Raquel tiró con desprecio el muñeco al suelo. En ese momento las luces de la sección se apagaron y se comenzó a oír otro ruido, esta vez más agudo. Provenía de la sección de madera y era el ruido de la máquina que allí se utilizaba para cortarla. Raquel fue hasta allí, cada vez más aterrada, pero dispuesta a acabar con todo aquello de inmediato. Al llegar observó  la máquina encendida. Esto es todo lo que le dio tiempo a ver, ya que noto como un golpe seco y fuerte le sacudió la cabeza, provocando que se desmayara en el acto.
Al cabo de dos horas aproximadas, Raquel abrió los ojos. Mientras se desperezaba y se recuperaba del golpe, comprobó que estaba atada de pies y manos a escasos milímetros de la cuchilla que cortaba la madera .La luz de la sección estaba encendida Afortunadamente la máquina estaba parada, por el momento. En su boca no había nada, por lo que no estaba impedida para hablar.
-         ¿Qué buscas Paco?- exclamó horrorizada.
-         Bien, ya estaba cansado de que me confundieras con tu amante.
La voz de Paco comenzó a retumbar por la sección al tiempo que este llegaba a la misma. Vestía totalmente de negro y llevaba unas gafas de sol, lo que disimulaba sus grandes ojeras debido al cansancio acumulado.
-         Lo que deseo no es más que venganza. ¿Recuerdas cuando salimos juntos? ¿Y mi humillación? Resulta que voy a buscarte a casa y te encuentro en tu portal besándote con otro, y lejos de avergonzarte, te reíste de mí y tu amigo me amenazaba para que me largara. Me sentí como una mierda, totalmente abatido. Te reíste de mí. No me importa que te vayas con otro. Pero como veo que nadie te enseñó a cortar nuestra relación, ya te enseño yo. Que buen sitio para hacerlo, precisamente aquí que se pasan el día cortando. Cuanto has podido aprender hasta que hoy se acabe tu vida.
Paco avanzó hacia la máquina y la activó. Las virutas de madera y el serrín acumulado del día se le metían a Raquel en los ojos, impidiendo así su visibilidad. Con cuidado, Paco dirigió la cuchilla hacia la pierna de Raquel y se la cortó de cuajo. La pierna salió despedida con una brutalidad bestial, cosa que no inquietó al asesino lo más mínimo. La chica gritaba de dolor.
-         Vale, como ya no puedes correr te suelto.
Dicho esto, Paco apagó la máquina y liberó a Raquel. Esta, al caer al suelo, exclamó muy dolorida.
-         ¡Grave error!- . Lo dijo lo más alto que su elevado dolor le permitió.
Con una velocidad sobrehumana, cogió su pistola, que Paco, en un error, o al menos eso es lo que creyó ella, había dejado a su alcance. Se dispuso a disparar, pero su sorpresa fue mayúscula, quizá la más grande de la noche. No salió ni una sola bala ya que la pistola estaba totalmente descargada.
-         ¡Crees que soy un puto novato!- gritó Paco-. La pistola ya ha sido previamente descargada por mí. Quizá si hubieras traído tu porra tendrías alguna posibilidad. ¿Por qué no la has traído? ¿Por miedo a volver a caer, y masturbarte como una loca con ella? ¡Mira que siempre has sido guarra, eh!
Acabado el relato de preguntas con ironía, y saciada la venganza solo quedaba el final, que no se haría esperar. Se acercó hacia ella, saco su cuchillo y le dio un tajo certero en la yugular. A la chica no le dio tiempo ni tan si quiera a gritar. La sangre corría a borbotones. Aquello, tan siniestro para muchos, a Paco no le provocaba ningún estupor. Más bien todo lo contrario. Quiso dejarle libre el pecho, algo premeditado. Poco tuvo que esperar para ver a la chica sin vida, se guardó su cuchillo y la subió a una mesa cercana. Quería prepararla para exponerla. Otro trabajo resuelto con eficacia y vistosidad.