domingo, 23 de octubre de 2011

Capítulo 15...


Tras contemplar la escabrosa imagen de la parte superior del centro comercial, Bea decidió ponerse manos a la obra y no perder más tiempo del necesario. Cogió su  iPhone y buscó en su lista de contactos el número del forense.
-         ¡Decker, ya sabes dónde tienes que venir! No hace falta que te diga que esto es confidencial y que debes de traer solo ayuda si fuera indispensable, pero de tu confianza.
-         De acuerdo- contestó escuetamente el doctor.
-         ¡Javier!- se dirigió ahora hacia su compañero-. Hay que evitar que se queden mirando aquí los curiosos. Así que si ves a alguien husmeando, lo echas de aquí inmediatamente.
Javier ni siquiera contestó. Aun se le veía bastante conmocionado por la imagen observada. Afortunadamente, debido a la temprana hora, no había nadie en el lugar. Tan sólo la señora que vio por primera vez el cuerpo sin vida de la víctima. Avanzó hasta ella.
-         Señora, ya sabemos que lo que acaba de ver es algo desagradable. Si la podemos ayudar en algo no dude en pedírnoslo.
-         No se preocupe agente. Es algo que no se ve todos los días, pero soy bastante fuerte.
-         De acuerdo. Después, cuando lleguen más empleados, nos gustaría hablar con ellos. Es posible que necesitemos también charlar con usted.
-         Ningún problema. Le diré todo lo que quiera saber, aunque dudo que sea de gran ayuda.
-         Nunca se sabe. Muchas gracias, puede continuar con su trabajo dentro; que en unos instantes llegará mi compañero y tendremos que trabajar aquí fuera.
Justo momentos antes de que la inspectora empezara a impacientarse, apareció Decker. Bajó del coche sin más ayuda que la de su maletín. Bea lo miró ciertamente perpleja.
-         ¡No me mires así! Tampoco necesito mucha más ayuda.
La inspectora ni siquiera contestó. Lo único que hizo fue apuntar con el dedo la posición de la víctima. El doctor no necesitó nada más. Avanzó con paso firme hacia el lugar exacto.
-         Necesitaré una grúa o algo para bajarla de ahí.
-         ¿No llevas una en tu maletín?- preguntó Javier en tono sarcástico.
Bea fulminó a los dos con la mirada. Javier y Decker lo entendieron a la perfección, por lo que no siguieron con la broma. No era el momento ni el lugar.
-         Dentro tenemos una máquina que puede ayudarte- exclamó una voz que se acercaba lentamente-. Soy Juan, el director del centro. ¿Me podrían explicar que hace la vigilante de seguridad ahí colgada?- su voz sonaba fría, quizá demasiado.
-         Soy Bea, la inspectora de policía. Y estos son mis compañeros Decker y Javier. ¿Podríamos ir dentro a por la máquina? Me gustaría limpiar todo esto antes de que llegue la gente. Después hablaremos.
-         Estoy de acuerdo. Tampoco quiero que lleguen clientes y se encuentren con esto. De todas formas, no todo el mundo puede usar la máquina, ya que se requiere un carnet especial.
-         No se preocupe que yo seguro que sé- interrumpió Decker.
-         Javier, quédate fuera para evitar que la gente se acerque. Tardaremos lo menos posible- fue la primera vez en lo que iba de día, que la voz de Bea sonó agradable.
Ya dentro del centro comercial, Juan le explicó a Decker en qué lugar encontrar la máquina. Aun no se fiaba mucho de que supiera manejarla, pero era policía y no podía negársela. No le dio tiempo a dudar mucho más, ya que Decker se subió, la puso en marcha y la dirigió hacia la puerta sin más dilación.
-         ¿Ves como si sabía manejarla?- dijo Bea adivinando las dudas del director-. Veamos. Tenemos una más que sospechosa idea del autor del crimen.
-         Supongo que Jato- contestó Juan-. Yo también leo los periódicos para saber lo que pasa.
-         ¡En ningún momento dimos ningún nombre! – exclamó Bea enfurecida.
-         Ustedes no, pero la reportera; esa con la que su compañero tuvo un pequeño altercado en la rueda de prensa, sí que lo ha dado.
-         ¡Estúpida entrometida, ya la cogeré! Veo que le gusta estar muy bien informado. Bueno, pues en efecto es más que probable que haya sido Jato. ¿Le suena ese nombre, o el de Paco?
-         El de Paco sí. Vamos, sé que Raquel estuvo relacionada sentimentalmente con un chico llamado así. ¿Pero qué tiene que ver con Jato?
-         Es su nombre real. Aunque le gusta que se le conozca como Jato. Veo que en eso no está tan bien informado. Lo que si me sorprende es que sepa tanto de la vida sentimental de su empleada.
Juan se enrojeció notablemente. Se le veía ciertamente avergonzado.
-         ¿Qué tipo de relación tenía con Raquel?- preguntó de nuevo con tono curioso la inspectora.
-         Esa es una pregunta muy personal y no me gustaría tener que responderla- Juan parecía molesto.
-         Soy policía. Así que como bien sabe, tendrá que responder tarde o temprano. De todas formas, sepa que lo que aquí hablemos no saldrá al exterior. Creo que no nos conviene a ninguno de los dos.
-         De acuerdo. Raquel y yo teníamos relaciones sexuales esporádicas.
-         No sé por qué pero me lo imaginaba. ¿Sabe de alguien del centro comercial que pudiera conocer a Paco?
-         A parte de Raquel, no tengo ni idea de si le conocía alguien más.
-         No se preocupe que hablaremos con todas las personas del centro.
En ese momento sonó un mensaje en el teléfono de la inspectora. Era de Decker:
“Ya he recogido todo y he llamado al conductor de la ambulancia para llevar a la víctima al laboratorio. Cuando tenga algo volveremos a hablar”.
Bea, después de leer el mensaje, guardó el teléfono en el bolsillo y se despidió de Juan.
-         En cuanto podamos, volveremos para hablar con los demás empleados.
-         Perfecto, aquí estaremos. Rogaría que no dijera nada sobre mis encuentros con Raquel.
Bea ni se molestó en responder a eso último. Alcanzó la puerta en unos pocos pasos y salió en busca de su compañero. Observó a la señora de la limpieza retirando los pocos restos de sangre que había. También pudo comprobar que Decker ya se había marchado, por lo que no quedaba más que hacer allí. Le hizo un gesto a Javier con la cabeza indicándole el coche. El subalterno lo entendió al instante y ambos se montaron en el vehículo, emprendiendo camino hacia la comisaría.
-         ¿No te parece muy sospechosa la forma de actuar del director?- cuestionó Javier.
-         Pues la verdad es que sí. No te lo niego. Es muy raro que alguien con ese cargo sea el primero en llegar al centro de trabajo. Eso sin mencionar que sabe mucho más de lo que debiera. Por cierto, tu amiga, la reportera; sabe más de lo que necesita saber, por lo que se convierte en una fuerte sospechosa. Así que cuando lleguemos a la comisaría, ya tienes tres trabajos. Uno, investigar todo lo que puedas sobre esa chica. Quiero saberlo todo sobre ella. Hasta cuando le baja la regla. Dos, investigar la vida de Paco. También todo lo que haya, en especial sobre el accidente en el que supuestamente murió. Y tres, encontrar la relación entre Paco y la reportera porque estoy convencida que la habrá.
-         De acuerdo Bea, te diré todo lo que tenga en cuanto pueda.
-         Puedes tomarte un café o algo antes, Javier. Debemos llevar esto con más tranquilidad que hasta ahora. Cuando tengas algo en claro me llamas. Yo voy a investigar desde mi casa en el ordenador que cogimos en la casa de Paco. Todo puede ser importante y seguro que algo se nos escapa. Por favor, ahora cuando te deje en comisaría, le pides a alguien que me lo lleve.
-         Como se nota que eres la jefa ¿eh? No te preocupes, que te lo haré llegar inmediatamente.
-         No es porque sea la jefa. Es que desde casa trabajaré mucho más relajada y así no se me escapará nada- contestó la inspectora con tono tranquilo, a la vez que paraba el coche frente a la comisaría-. ¡Por cierto, averigua también todo lo que puedas sobre Juan, el director del centro! Gracias.
-         Lo tendrás todo de inmediato- respondió Javier en tono amable, dando la conversación por terminada.
Las horas pasaron mientras los tres policías hacían su trabajo. Bea apenas pestañeaba observando cada uno de los archivos que tenía el ordenador. Decker, con sus inseparables auriculares; con la música muy alta, revisaba el cuerpo sin vida de la recién fallecida. Mientras, cada rato miraba su pequeño portátil en busca de información sobre Raquel. Por su parte, Javier buscaba sin cesar en archivos de sucesos sobre el accidente de Paco. Los tres, en horas diferentes, se concedieron el lujo de un pequeño descanso para comer. Las siete de la tarde pasaron cuando Decker fue el primero en dar señales de vida en modo de mensaje a la inspectora:
“Tengo algo bastante bueno. Por favor, vente a la comisaría en cuanto puedas”.
Al cabo de un rato, se reunieron los tres agentes en el laboratorio de Decker. Todos habían descubierto algo sobre lo que investigaban, pero lo realmente impactante lo tenía Decker.
-         Señores, acabo de encontrar en el bolsillo de la víctima el teléfono móvil de nuestro amigo Paco.
-         No parece un buen sitio donde olvidarlo- respondió Javier.
-         Obviamente quería que lo encontráramos- contestó Bea de forma agresiva sin saber que tenía más razón de la que esperaba tener.
-         ¿Y cómo sabes que es de él?- comentó la inspectora al forense.
-         He comprobado el registro de la tarjeta SIM y he visto algunas llamadas a un número desconocido. Se activó hace tiempo a nombre de Paco.
-         ¿Has mirado algo más aparte de las llamadas?
-         No. Eso es cosa tuya, jefa.
-         Está bien.
Decker tendió el aparato a la inspectora y ésta lo cogió con ansias. Fue al menú y pulsó en la carpeta de multimedia. Miró en vídeos y grabaciones de voz, pero se encontraba vacío. Sin esperanza alguna, volvió atrás y presionó en fotos. Su sorpresa fue mayúscula cuando vio algunas imágenes. Avisó a sus compañeros para que se acercaran a echarle un vistazo. No daban crédito a lo que veían. Había varias fotos. En ellas, se encontraba Jato riendo mientras ataba a una de las víctimas a una silla, enfrente de un espejo. En el reflejo, se percibía un pequeño resplandor, y una imagen oscura. Parecía una mujer. Seguía pasando las imágenes, y veían lo mismo, pero en posiciones diferentes. Cada vez, se apreciaba más el rostro de la mujer, pero sin estar aún seguros. En una foto en particular, ella salía sonriendo sujetando una cuerda. Estaba atando por las muñecas a otra de las víctimas.
-         ¡Mira Javier, tu amiga la reportera!- dijo con ironía.
-         Concretamente María es su nombre. Yo también he descubierto algo. Vive en la calle Sierra de Béjar, número 7 Bajo Izquierda.
-         Muy bien. Irás allí. ¿Algo más?- dictaminó Bea.
-         Sí. He encontrado información sobre el accidente. He buscado en periódicos de ese año y redactaban que fue provocado. El sospechoso era un tal Lorenzo Martín.
-         ¡Ese nombre me suena a mí! Es el dueño de la cadena de hoteles Meliá. Tiene bastante dinero- intervino Decker.
-         Eso también lo sabía- protestó el subalterno.
-         Ahí tenéis el motivo de porqué él no está en la cárcel. Apuesto a que no fue ni investigado. Cerraron el caso con la excusa de tener falta de pruebas para incriminarle- dedujo Bea.
-         Correcto- soltó Javier.
La agente puso a su equipo a trabajar. Mandó a Javier a que fuese a investigar la casa de María, la reportera. Decker continuó la búsqueda del accidente que sufrió Paco hace dos años y cinco meses. Llevan dos meses con el infierno a cuestas, sin tener una pequeña pista por dónde tirar; y cuando la tienen, es una trampa.
Bea se montó en su coche. No ha querido decir nada, pero también encontró algo en el ordenador. Una foto de una chica sonriente, al lado de su, aparentemente, pareja. Encontró más fotos, pero ya eran víctimas muertas. Investigó la dirección de esa chica mediante el nombre que venía escrito a pie de la foto; Alba Barbero.
*****
Javier llegó al edificio. No era la primera vez que se enfrentaba solo a un asesino, cómplice o víctima, pero se sentía como si así fuese. Estaba nervioso y no entendía por qué. Subió unas pequeñas escaleras que ascendían al descansillo del bajo. Pensó en llamar, pero creyó que era una estupidez. No sabía hasta qué punto se equivocaba. Probó a girar el pomo de la puerta. Sonó un click, lo que provocó un gran estruendo. Era parecido al sonido de un disparo. Abrió la puerta y se quedó perplejo. Dos hombres atados a una silla de madera, muy juntos, tenían la cabeza hacia abajo. Un hilo de sangre, descendía de la sien de ambos. Encima de ellos, había inscrita una frase:
“LO QUE VISTEIS Y NO CONTASTEIS, AHORA SE OS QUEDARÁ EN LA CABEZA”
*****
Bea seguía conduciendo y sumergida en sus pensamientos a la vez. No podía creer que en dos meses no hubieran encontrado nada. Ni una simple pista acertada y hallada por ellos mismos. Todo lo que tenían, era gracias al asesino; de lo que poco a poco iba dejando rastros. En realidad solo poseían muertes inexplicables y mucha confusión. Solo esperaba poder salvar aquella victima para sentirse mejor y creer que no iban por mal camino.
Al poco rato, aparcó el vehículo y salió hacia aquel portal. La suerte le sonreía, pues la puerta estaba abierta. Se dirigió al primer piso y tocó con los nudillos. Al instante, una chica joven la abrió.
-         ¿Quién eres?- preguntó confusa Alba.
-         Soy Bea, inspectora de policía. ¿Puedo hacerte unas preguntas?
-         Eh… sí, claro- titubeó ella.
Entraron al apartamento y se sentaron en un sofá de dos plazas.
-         Bien. ¿Conoces a un hombre llamado Paco?
-         Sí. Estuve saliendo con él hace tiempo.
-         ¿Cuánto durasteis?
-         No sé. Meses, ¿por qué?- empezaba a asustarse.
-         Es algo complicado de entender. Hace dos meses, un chico con el pseudónimo de Jato, va matando a chicas que han estado relacionadas sentimentalmente con él. Su nombre verdadero es Paco.
-         ¿Crees que vendrá a por mí?- chilló al borde del pánico.
-         Siento no poder decirte que no, pero por eso estoy aquí. No vengo precisamente a hacerte una oferta de internet.
Alba no tomó muy bien la broma, pero prefirió no decir palabra alguna.
Acto seguido, se escuchó un golpe fuerte en la entrada. Bea sacó su arma al instante, denotando unos reflejos extraordinarios.
Por fin se veían las caras sin un cristal de por medio. Jato la sonreía y ella estaba sería. Inspiró fuerte y lo expulsó por la boca.
-         ¡Estás detenido, Paco!